En la década de 1910 y, muy especialmente con la guerra en Europa, la incipiente aviación comienza a tener un desarrollo muy rápido con la puesta en servicio de nuevos y potentes aeroplanos. Desde ya se anticipa que el avión será la herramienta de defensa y de transporte del futuro.
Considerando los comentarios ligados a los vuelos de Alberto Santos Dumont en París, el Gobierno de Chile de la época decide comisionar a Pedro Pablo Dartnell para que efectúe un estudio acerca del servicio aéreo francés. En paralelo, el teniente coronel, Mariano Navarrete Ciris, agregado militar de Chile en Francia, informa a sus superiores la necesidad de incorporar a la aviación como arma para la defensa del país.
Con esos antecedentes se crean dos instituciones clave. La primera Escuela Aeronáutica Militar sobre la cual se sientan los primeros orígenes de la Escuela de Aviación y por supuesto, de la Fuerza Aérea de Chile. La segunda institución es el Aero Club de Chile.
Si bien la defensa del país es el objetivo final, los albores de la aviación militar guardan relación con la creación de un marco institucional y legal que debía regir la futura aviación chilena. En 1919, en paralelo a la Primera Conferencia Internacional de Navegación Aérea, el Presidente Juan Luis Sanfuentes, a través del Decreto Nº654, crea la Fuerza Aérea Nacional, como institución independiente de la Marina y del Ejército, enfocada a un aspecto netamente militar.
Un año más tarde, con el Decreto Nº1669, se constituye la Inspección de Aviación, organismo que tenía a su cargo la vigilancia del servicio aéreo y comercial del país, además de la facultad de reglamentar todos los servicios. Por servicios aéreos se comprende las operaciones aéreas de carácter militar, naval, y civil, quedando la aviación civil totalmente dependiente a las disposiciones creadas por la Inspección de Aviación. La Inspección de Aviación sería una antesala de lo que es hoy la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC).
Sin embargo, el 25 de octubre de 1921, a través del Decreto Nº 3101 se deroga el anterior y se disuelve la Fuerza Aérea Nacional. La naciente aviación aérea vuelve a depender de la Dirección General de la Armada y del Ejercito, mientras la aviación civil queda sin ningún respaldo legal. Entre los argumentos que se dan para explicar el cambio es que la institucionalidad creada para dar impulso y movimiento a la aviación del país no había podido surgir por no contar con el apoyo militar.
En su visión de establecer un sistema social nacionalista de la aviación para Chile, el comandante Arturo Merino Benítez emprende en 1926 la labor de unificar la aviación del Ejército y de la Armada en una rama independiente para la defensa nacional. Su decisión lo obliga a desafiar obstáculos administrativos, políticos, personas y económicos que impedían crear una Fuerza Aérea como tenían muchos países. A favor, juega su cercanía con el General Carlos Ibáñez del Campo, Presidente de Chile, con quien comparte una amistad y permite viabilizar su plan.
Arturo Merino Benítez concibe a la aviación chilena desde una perspectiva social-nacionalista. En su concepción, la aviación en todas sus ramas debía estar a cargo del Estado, al servicio de las necesidades del país tanto de conectividad como de la defensa del país. Para ello, diseña una estructura basada en cuatro pilares: la creación de una línea aérea nacional (que más tarde sería la Línea Aérea Nacional – LAN/LAN Chile), los aeropuertos, la radio y la institucionalidad aeronáutica.
El empuje y cercanía persona permite que el 21 de marzo de 1930, el Presidente Carlos Ibáñez del Campo firme el decreto que materializa la creación de la Fuerza Aérea de Chile (FACh). La necesidad de establecer mecanismos de defensa obliga también al establecimiento de una institucionalidad aeronáutica, para lo cual se crea la Subsecretaría de Aviación que después de transforma en la Dirección de Aeronáutica. De acuerdo con Merino, la institucionalidad aeronáutica debía ser un ente, que desde el Estado coordinara todos los aspectos referentes a la aviación, así como en su desarrollo a futuro, debiendo jugar un rol central de acuerdo con los intereses del país.
Ilustración portada - Luis Soto (Aero-Naves)