Chile, con su geografía única y extensa, encuentra en el transporte aéreo un pilar estratégico para el desarrollo territorial, la integración social y la seguridad nacional. Con más de 4.200 kilómetros de longitud, desde Arica hasta el territorio antártico, y territorios insulares como Isla de Pascua y el archipiélago Juan Fernández, la conectividad aérea es la solución más eficiente para superar las barreras naturales y garantizar un acceso rápido a todo el país.
Un territorio de desafíos geográficos
La morfología de Chile, con un promedio de apenas 177 kilómetros de ancho, está marcada por la Cordillera de los Andes al este, el océano Pacífico al oeste, un extenso desierto al norte y una geografía fragmentada hacia el sur. Estas condiciones convierten al transporte terrestre y marítimo en opciones limitadas para muchas regiones. El transporte aéreo, en cambio, acorta distancias y conecta de manera efectiva localidades remotas como Coyhaique, Punta Arenas o Isla de Pascua, que dependen casi exclusivamente de vuelos regulares para mantenerse vinculadas al resto del país y el mundo.
A pesar de que gran parte de la población chilena se concentra en la Región Metropolitana, ciudades medianas como La Serena, Concepción o Puerto Montt requieren acceso constante a servicios especializados centralizados en Santiago, como salud, educación y empleo. Los vuelos nacionales son esenciales para satisfacer esta demanda, asegurando una conectividad fluida que fomenta la equidad y el desarrollo regional.



En Chile, el transporte aéreo trasciende la simple movilidad: es una herramienta estratégica que une el territorio, salva vidas, impulsa el turismo, facilita el comercio y refuerza la presencia del país en el escenario global. En un territorio definido por contrastes geográficos y sociales, volar no es solo una opción, sino una necesidad estructural para construir un futuro más conectado, equitativo y resiliente.
Para maximizar el potencial del transporte aéreo, Chile necesita una red aeroportuaria moderna, segura y bien distribuida. Aunque se han logrado avances, persisten desafíos en la cobertura y calidad de los servicios en regiones remotas. Invertir en aeropuertos regionales, aumentar la frecuencia de vuelos y garantizar un acceso equitativo al transporte aéreo son pasos fundamentales para consolidar este sistema como motor de cohesión y progreso.
Respuesta rápida ante desastres naturales
Chile es un país altamente vulnerable a desastres naturales, como terremotos, erupciones volcánicas, inundaciones y aluviones. Estos eventos suelen interrumpir las rutas terrestres, dejando comunidades aisladas. En tales escenarios, el transporte aéreo se convierte en un salvavidas, permitiendo el traslado de ayuda humanitaria, suministros médicos, equipos de emergencia y la evacuación de personas en riesgo.



Ejemplos como el terremoto de 2010 o las erupciones del volcán Calbuco abundan y destacan el rol crítico de aviones y helicópteros en la respuesta inmediata. Además, los traslados aéreos médicos son vitales para pacientes críticos en regiones extremas, donde el tiempo es decisivo.
Lo anterior hace fundamental contar con una infraestructura aeronáutica adecuada a lo largo de todo el país que permita despliegues aéreos en los lugares más remotos del territorio. Por otro lado la importancia de contar con organismos del Estado y Fuerzas Armadas equipados con material de transporte estratégico a disposición las 24 horas debiesen ser factores prioritarios para la autoridad al momento de pensar en respuestas rápidas como país.
Un rol geopolítico y económico clave
En el ámbito internacional, Chile ocupa una posición estratégica como puerta de entrada a la Antártida. El aeropuerto Carlos Ibañez del Campo (SCCI) ubicado en la ciudad austral de Punta Arenas es un hub logístico indispensable para misiones científicas y diplomáticas en el continente blanco, provenientes de todo el mundo.
La estratégica presencia de Chile en la Antártica tiene como puerta de entrada la Base Eduardo Frei Montalva, donde se emplaza el aeródromo Teniente R. Marsh. La pista es crucial en la operación de aeronaves que conectan con el continente, así como otras aeronaves que van de paso hacia lugares más profundos de la antártica.
La flota de transporte en Chile
Para llevar a cabo misiones de transporte y mantener un estándar aceptable, el estado chileno ha invertido desde hace décadas en aeronaves de transporte táctico y estratégico, operadas principalmente por la Fuerza Aérea de Chile (FACh), cuyas capacidades permitan transportar una alta densidad de carga y personal en pistas poco preparadas. Modelos como el C-130 Hércules han estado en el país desde los años 70’s y siguen constituyendo parte esencial de las capacidades de transporte de carga del estado chileno.
El Hércules es un avión que por su naturaleza robusta es sometido a fuerzas y pesos que llevan a veces al límite al avión, el aterrizar en condiciones adversas a una velocidad reducida portando alto tonelaje de carga termina por pasar factura a la aeronave. Es por esto último que en más de una ocasión se ha tenido que acudir a ayudas militares de los Estados Unidos para obtener mayor cantidad de aeronaves en servicio o también para fuentes de repuestos como fueron los C-130B recibidos en los 90’s de los cuales ya no queda ninguno en vuelo, o los KC-130R ex US Marines que siguen en servicio o los últimos C-130H recibidos de segunda mano de parte de la USAF.



Todos estos aviones buscan salvar la columna vertebral de transporte táctico del país, sin embargo aún así existen inconvenientes para mantener la flota al 100%, principalmente por falta de fondos destinados al mantenimiento y adquisición de repuestos para estos, empujando una vez más a la FACh a tener que sacrificar las células de Hércules que tenga menores índices de confiabilidad o menor cantidad de horas de vuelo remanentes.
Las alternativas a futuro no parecen ser muchas, y lo más oportuno sería poder reemplazar la flota de Hércules por un transporte táctico moderno y nuevo, de mantenimiento sencillo y que mantenga las capacidades que ya cubre el C-130. Opciones hay, algunas más caras que otras, pero está claro que la situación actual de la flota de transporte termina siendo crítica y mucho más costosa, cuando la vida operativa de la aeronave se ve empañada por accidentes e incidentes.
Un caso similar ocurre con la flota estratégica y de reabastecimiento en vuelo, tanto el Boeing 767 como los KC-135E adquiridos en el 2009 fueron una solución parche ante la dificultad de seguir con otros procesos de adquisición. Actualmente el KC-135E ha pasado a tener una disponibilidad baja desde hace un buen tiempo ya que estos aviones son células con larga data de vuelo, significando que varios componentes del mismo están llegando al máximo de su vida útil.
Por otro lado el Boeing 767, principalmente por su labor de avión presidencial se mantiene más vigente y activo, pero aún así al ser un único avión dentro de la flota de largo alcance está a merced de no tener un reemplazo directo en caso de quedar fuera de vuelo por alguna eventualidad en las misiones, como ya ha ocurrido más de una vez donde finalmente se debe acudir a los Gulfstream IV y Boeing 737 para terminar las labores.
La flota de largo alcance necesita un cambio urgente, Chile podría estar próximo a quedar sin su capacidad de reabastecimiento para aviones F-16, siendo un golpe crítico en su política disuasoria. El retomar el programa MRTT podría ayudar a mantener la capacidad intacta al reducir todo a un sólo modelo multirol, optimizando los procesos logísticos para su mantenimiento y contando con una larga proyección en servicio gracias a su vigencia en el mercado tanto en sus versiones militares como civiles otorgando un alto stock y variedad de proveedores para repuestos.
Fotografía de portada - Issan Valenzuela

