En el corazón de la aviación chilena, un proyecto liderado por el piloto Jorge Ríos ha devuelto al cielo un ícono histórico: el Aeronca L3-B Grasshopper (saltamontes en español), matrícula actual CC-PUM, el único de su tipo en vuelo en Chile. Apodado cariñosamente “El Bicho”, este avión de observación de 1943 no solo es una joya aeronáutica, sino también un testimonio vivo de la pasión, la perseverancia y el valor histórico de preservar el patrimonio aéreo. A continuación, te contamos la fascinante historia de su restauración, un proceso que combina artesanía, dedicación y un profundo respeto por la aviación.
Un avión con historia: El legado del Aeronca L3-B
El Aeronca L3-B Grasshopper llega a Chile un 19 de junio de 1943 como parte de la campaña “Alas para Chile”, una colecta nacional que buscaba impulsar la aviación civil. De los 30 aviones de este modelo adquiridos, este fue el último en arribar, destinado inicialmente al Club Aéreo de Puerto Montt y con matrícula CC-XBB e identificación CC-48. Con su timón pintado de rojo y una estrella blanca, característica que acompañaba a los aviones del Club Aéreo de Puerto Montt en ese entonces, este avión formó a generaciones de pilotos chilenos que posteriormente se desempeñaron incluso en la Línea Aérea Nacional.
Tras décadas de servicio con distintos operadores, el avión quedó en desuso en los años 90, guardado como un esqueleto en un hangar de Tobalaba, esperando un futuro incierto y poco alentador. Sin embargo, gracias a la visión del fallecido piloto Patricio Wenborne y al liderazgo de Jorge Ríos, este Grasshopper volvió a la vida tras un proceso de restauración que duró cinco años, enfrentando incluso los desafíos de la pandemia.




El comienzo: Un sueño heredado
El proyecto comenzó con Patricio Wenborne, quien dedicó años a recolectar piezas originales del Aeronca L3-B, un modelo raro del que solo se fabricaron 800 unidades en el mundo. Wenborne, apasionado por la aviación histórica, buscó componentes de aviones accidentados y piezas olvidadas, logrando reunir casi todo lo necesario para la restauración. Tras su fallecimiento en 2023, Jorge Ríos tomó la posta, comprometido a completar el sueño de Wenborne y honrar su legado.
“Me picó el bichito”, cuenta Jorge, refiriéndose a su entusiasmo al ver el esqueleto del avión. “Es un avión con una historia muy emotiva, que formó a muchísimos pilotos en Chile. No podía quedar en el olvido”.



El proyecto no solo se trata de poner nuevamente al "Bicho" en vuelo, sino que una representación lo más fidedigna posible del avión en sus inicios. Para ello se lleva a cabo un minucioso trabajo investigativo para no dejar detalles al azar. Componentes, alas, entelado y motor son parte de los desafíos por delante para el L-3B.
Un trabajo artesanal: La magia de las alas
Uno de los mayores desafíos fue reconstruir las alas del avión, una tarea que requirió precisión artesanal. Las alas del Aeronca L3-B están hechas de abeto aeronáutico, una madera ligera y resistente importada de Estados Unidos.
Cada costilla fue fabricada a mano, siguiendo los planos originales de 1943, con moldes creados específicamente para el proyecto. Este proceso, minucioso, detallado y de gran dedicación, fue un verdadero acto de amor por la aviación.



El ensamblaje final, realizado en el Aeródromo de La Victoria de Chacabuco, incluyó el rigging de las alas, un trabajo minucioso a cargo del estructurista Jaime Carrasco. Luego, el experto Michel Carrasco se encargó del entelado y la pintura, aplicando un tono verde fiel al original, con detalles como el barnizado de las alas para protegerlas contra insectos.




Reconstruyendo la historia: la importancia de cada detalle
La restauración del CC-PUM tuvo un objetivo claro: respetar la autenticidad del avión. Desde el interruptor de magnetos, exclusivo del modelo L3-B, hasta el tacómetro compartido con el caza P-40 Warhawk, cada componente se eligió o restauró para mantener la esencia de 1943. Incluso se conservaron radios antiguos con tecnología de tubos de vacío, aunque se añadieron equipos modernos, como un transponder, para cumplir con las normativas de la DGAC.


El motor, un elemento crítico, fue sometido a un overhaul completo en el taller de Jorge Rocuant. Con cilindros nuevos y piezas cuidadosamente seleccionadas, el motor quedó como recién salido de fábrica, listo para llevar al Grasshopper de vuelta al cielo.



El desafío de la pandemia y el trabajo en equipo
La restauración no estuvo exenta de obstáculos. Durante la pandemia, el proyecto estuvo detenido por casi dos años, ya que las restricciones impedían el acceso al taller. Sin embargo, Jorge y su equipo aprovecharon los fines de semana y ratos libres para avanzar, demostrando que la pasión puede superar cualquier adversidad. “No hay un plan muy formal, pero es muy entretenido”, explica Jorge. “Es un trabajo que haces por amor al arte”.
El ensamblaje final, supervisado por Marcelo Muñoz, incluyó la instalación de los acrílicos del característico “greenhouse” de observación, fabricados según los planos originales. Cada perno, cada cable, fue colocado con precisión, asegurando que el avión estuviera listo para volar.


El gran momento: El regreso al cielo
En 2024, tras años de esfuerzo, el Aeronca L3-B estaba listo para su vuelo de mantenimiento, realizado por el piloto e instructor Juan Videla. El momento fue inolvidable: después de 30 años en tierra, “El Bicho” surcó los cielos sin inconvenientes. Posteriormente, un inspector de la DGAC verificó el avión en un vuelo final de certificación, otorgándole el Certificado de Aeronavegabilidad.
Hoy, el CC-PUM es el único Aeronca L3-B en vuelo en Chile, de los tres que aún existen en el país. Uno en el Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio, y otro en manos de un privado en el sur. Este avión no solo vuela, sino que lleva consigo la historia de la aviación chilena y el legado de quienes lo hicieron posible.



Un homenaje al pasado y al futuro
“El Bicho” es más que un avión restaurado: es un símbolo de perseverancia y amor por la aviación. Su diseño, ilustrado originalmente por Walt Disney, y su cabina cerrada, ideal para observar paisajes, lo convierten en una pieza única. Como dice Jorge, “este avión debe estar en vuelo, porque es parte de la historia de Chile”.
Este proyecto es también un homenaje a Patricio Wenborne, cuya visión inicial dio vida al proceso, y a todos los que colaboraron, desde los mecánicos hasta los pilotos. El Aeronca L3-B Grasshopper no solo vuela por los cielos chilenos, sino que lleva consigo el espíritu de quienes creen en preservar el patrimonio aeronáutico para las futuras generaciones.




Agradecimientos a Jorge Ríos por las facilidades y disposición para este artículo. Además de facilitar todas las fotografías del proceso de restauración.
Fotografías Aero-Naves: Simón Blaise / Issan Valenzuela

