Perseverancia y decisión: el sueño de Graciela Cooper, la primera piloto de Chile

Si bien se suele identificar a Margot Duhalde como la gran pionera de la aviación chilena. Otra mujer destaca en la historia por su perseverancia y decisión. Se trata de Graciela Cooper, quien en 1930 y con 40 horas de vuelo se convierte en la primera piloto de Chile.

Como muchos hombres y mujeres de su época, la idea de surcar los aires en las novedosas máquinas voladoras atrae el interés de Graciela desde pequeña. Sin embargo, para una mujer acceder a este nuevo mundo es lejano o prácticamente imposible, por el pensamiento cultural de la sociedad de esos años. Sólo algunos casos marcan la excepción.

Un encuentro fortuito

El punto de inicio probablemente es fortuito. Por esos años, el entonces comandante Arturo Merino Benítez llega a la localidad de Santa Teresa de Lo Ovalle para explorar terrenos para albergar la futura red de aeródromos de Chile. En ese lugar, se encuentra el fundo donde reside Graciela.

El objetivo que persigue Merino es crear la infraestructura que apoye las operaciones de la Línea Aeropostal Santiago – Arica, misma que más tarde sería conocida como Línea Aérea Nacional (LAN) y de la futura Fuerza Aérea. En su visión, el comandante concibe que el desarrollo del medio aéreo de Chile debe estar sustentado en cuatro pilares: la Línea Aérea Nacional, los aeropuertos, la radio (comunicaciones) y la institucionalidad, dentro de la cual se concibe a la Fuerza Aérea y a la autoridad aeronáutica (representada hoy por la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC). Ninguno de estos cuatro pilares podría desarrollarse por separado a fin de lograr un crecimiento armónico de una aviación social-nacionalista que desde el Estado sirva los intereses del país.

Merino tiene clara su visión y cómo debe materializarse. Probablemente, este llega a los terrenos de la familia Cooper con entusiasmo y decisión, lo que cautiva a Graciela. A sabiendas de que es un piloto, aumenta su interés y fija su objetivo en esa carrera.

Un día, acompaña a su madre hasta Santiago para hablar con el comandante. La razón explorar la posible venta del fundo para construir el aeródromo. En un nuevo encuentro con el forjador de la aeronáutica chilena aprovecha la oportunidad para preguntarle cómo se puede llegar a ser piloto.

Graciela tiene 22 años. Visionario, como la historia lo demuestra, Merino indica que está interesado en que algunas mujeres se integren a la aviación civil a través del Club Aéreo de Chile, pero advierte de las complejidades que impone la sociedad.

Comenzando la formación

Valiente, como verdadera mujer que no necesita de herramientas para vencer los obstáculos, se decide a postular para una de las dos becas del Club Aéreo. Es seleccionada junto con Clemencia Echeverría, por lo cual ambas debían presentarse en el aeródromo de El Bosque, al sur de la capital (actualmente, donde se encuentra la Escuela de Aviación de la FACh).

La aviación está naciendo por esos años. Por lo tanto, la instrucción teórica no existe. Los aspirantes a pilotos subían a los aviones para aprender las técnicas del vuelo. En Chile, la enseñanza se hace en los Cirrus Moth.

A Graciela se le asigna como instructor el capitán Rafael Sáenz, quien la evalúa para determinar sus condiciones. En un primer vuelo, capta sus aptitudes ante las distintas maniobras que realiza, siendo aceptada para realizar el curso.

En sus primeras horas, consigue importantes progresos lo que alienta la confianza en sí misma. Sin embargo, el vuelo en solitario todavía es lejano. La razón responde a que el Club Aéreo no quería asumir la responsabilidad de tener una mujer piloto en sus filas, probablemente, suponiendo que sería más propensa a sufrir un accidente en comparación a un hombre.

Decisión para vencer

Las proezas en vuelo de Graciela destacaban en el Club Aéreo. Pese a ello, el vuelo en solitario no se le autoriza. Ante esto, algunos miembros de la organización comienzan a cuestionar a la prohibición. Uno de estos es el teniendo Humberto Díaz, quien le pregunta la razón por qué no vuela sola si lo hace tan bien.

Con el fin de demostrar a todos de que una mujer puede volar sola, acuerda con Díaz la realización de tres circuitos de tránsito. Para no intervenir, el teniente pone las manos en los montantes de las alas y así Cooper puede pilotear libremente.

Los vuelos siguen alentándola y entregándole más confianza. Tal sería la insistencia para volar sola que su instructor Sáenz termina por cansancio autorizándola después de un vuelo con él. Así, antes de que cambie de opinión, Graciela Cooper pone motor y despega. El sueño se hace realidad.

El 24 de octubre de 1929 es el día del logro. Oficialmente, es la primera mujer que vuela sola en Chile. Sus méritos siguen sorprendiendo a sus compañeros del aire y los directores, incluyendo el propio Sáenz.

La instrucción

Tras aprobar su vuelo solo, sigue la instrucción en el aeródromo de Los Cerrillos. A esas instalaciones -que más tarde serían el primer aeropuerto internacional de Chile-, el Club Aéreo traslada sus dependencias. Ahí conoce a otros pioneros como César Copetta quien en 1910 realiza el primer vuelo en Chile en un aeroplano.

Como toda enseñanza los desafíos no están ausentes. El más importante un accidente provocado por una falla de motor de un Cirrus la precipita sobre una casa. Pese a quedar hospitalizada, las ganas de volar no desaparecen en Graciela.

Tras alcanzar las 40 horas, el sábado 26 de julio de 1930, rinde sus exámenes ante una comisión del Club Aéreo. Como se trata de la primera mujer en aspirar a tener una licencia de piloto, llega el interés de la prensa.

Como todos los vuelos, el examen no representa mayor desafío. Tras aterrizar en medio de los aplausos de la muchedumbre, la comisión le entrega su licencia: la número 106.

Descenso y aterrizaje

A pesar de alcanzar su sueño, Graciela Cooper no se dedica a la aviación a diferencia de Margot Duhalde, por ejemplo. Si bien sigue volando tras obtener su licencia, es el amor lo que la aleja de su pasión por el aire.

Cerca de alcanzar las 100 horas de vuelo, contrae matrimonio con Humberto Fazzini. Con el fin de deje de volar por ser un medio inseguro -por esos años, la aviación chilena no tiene una muy buena reputación-, le promete que le comprará su propio avión, lo que nunca llega a concretarse.

Sólo en 1953, cuando solicita reincorporarse al Club Aéreo de Chile, vuelve a volar. Esta vez, lo hace por poco tiempo. Motivos de salud la obligan a alejarse de las pistas y los aviones, pero dejando un gran legado de perseverancia, valentía y decisión que marca la historia aeronáutica de Chile.

En su honor, Chile conmemora a Graciela Cooper cada 26 de julio, día en que obtuvo su licencia de piloto.

Fotografía portada - Memoria Chilena

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