Si bien durante los últimos meses Chile da pasos importantes en el retorno a la normalidad de las fronteras, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) menciona que las restricciones de ingreso al país continúan limitando la reactivación. Reunida en Qatar junto con toda la industria aérea mundial, una perspectiva regional continúa mostrando que Chile se queda atrás en comparación con sus pares de la región.
La situación no es nueva. Prácticamente, se trata de un escenario anticipado producto de las extensas y drásticas medidas sanitarias que se colocan desde 2020. Implementadas bajo la administración de Sebastián Piñera, muchas de las restricciones se realizan con base en la política y no en la evidencia científica. La mantención en el tiempo de un estricto plan de ingreso a los viajeros hace que Chile pierda competitividad y retroceda.
Así, el país que antes es líder en la región es superado por otros. Colombia, México, Brasil, Perú e incluso Argentina, muestran avances significativos con la remoción de las restricciones político-sanitarias permitiendo que las líneas aéreas recuperen frecuencias, la demanda regrese y con ello, la conectividad.
En su balance para la región, Peter Cerdá, vicepresidente de IATA para las Américas y el Caribe, menciona dos desafíos importantes para Chile. El primero es terminar con el engorroso proceso de ingreso al país. En segundo lugar, eliminar todas las restricciones a los viajeros, comenzando, por los que están completamente vacunados.
Si bien el Gobierno de Chile señala que el proceso de homologación de vacunas -único en el mundo- es voluntario, en la práctica, no es así. Los viajeros tienen que seguir sometiéndose a la burocracia para homologar sus vacunas, caso contrario, no pueden acceder al cuestionado Pase de Movilidad para realizar su vida diaria. Otras organizaciones como la Asociación Latinoamericana y del Caribe de Transporte Aéreo (ALTA) ya pide su eliminación. Además, todavía están sujetos a la realización de una prueba PCR aleatoria al ingresar al país.
En las escasas señales que la industria aérea y de los viajes reciben de las autoridades chilenas, la administración Boric elimina en abril el requisito de PCR antes del embarque y recientemente quita la obligación a los extranjeros de contratar un seguro obligatorio con cobertura COVID-19 de US$30.000. Atendiendo los reclamos del sector turístico también compromete mayor eficiencia en la gestión de la homologación de vacunas reduciendo el trámite a sólo 48 horas. Sin embargo, las medidas no son suficientes para avanzar. En medio de una crisis económica mundial, se necesitan impulsos y no limitaciones para propiciar todas las actividades, incluidas las de la aviación y el turismo.
Cabe recordar que antes de la crisis, más de 191.000 empleos estaban sustentados por la aviación. El aporte al Producto Interno Bruto (PIB) de Chile era de US$7.200 millones generando un tremendo aporte al bienestar social y económico del país. Además, la conectividad del país se encontraba en pleno desarrollo con más líneas aéreas y nuevas rutas, muchas de las cuales hoy no están. Por ejemplo, ciudades de regiones que logran después de años vuelos internacionales como Calama o Concepción, hoy no los tienen simplemente por una decisión política. Recién para julio Punta Arenas volvería a tener vuelos hacia el extranjero e incluso la Isla de Pascua todavía no está ni abierta para los propios ciudadanos chilenos (la situación cambiaría recién en agosto).
Otro reflejo del retroceso de Chile está en la cantidad de líneas aéreas y las que están operando tienen frecuencias reducidas. Una menor oferta reduce la competencia y tiene incidencia en los precios, lo que sumado a otros problemas como el alza del precio del combustible y la inflación no son buenas noticias para quienes buscan viajar, especialmente en rutas internacionales.
De acuerdo con cifras del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones de Chile, la demanda de viajeros se encuentra un 43,4% por debajo de 2019. Otros países como Colombia o México están desde hace meses por sobre ese año y continúan creciendo. En rutas domésticas, la demanda está un 12,6% menos que las cifras previas a la pandemia. En total, el tráfico de pasajeros chileno se encuentra con una caída de 26,0%, respecto a 2019.
Fotografía portada – Simón Blaise O.