Al igual que en Europa, la falta de personal golpea también a las líneas aéreas en los Estados Unidos. El viernes más de 6.000 vuelos cancelados o retrasados se registran en el país del Norte en uno de los fines de semana más transitados por los aeropuertos y de cara al inicio de la temporada alta. Delta es una de las empresas que más inconvenientes está reportando con sus vuelos.
Delta reconoce los inconvenientes y anuncia aplicará un recorte de capacidad en varias de sus rutas con más de 100 vuelos diarios cancelados entre el 01 de julio y el 07 de agosto. Las más afectadas las domésticas y hacia América Latina, aunque no especifica que destinos o el número de frecuencias. La intención de Delta es reducir al mínimo posible los inconvenientes mientras logra disponer de una capacidad operativa para atender la alta demanda de viajes.
El 16 de junio, los pilotos de Delta publican una carta abierta a los clientes advirtiendo que la gran cantidad de retrasos, cancelaciones y reprogramaciones de vuelos son “inaceptables”. En un reclamo contra la empresa -y también como una medida defensiva- aseguran que están volando una cantidad “récord de horas extras” para “ayudar a los pasajeros llegar a sus destinos”.
“Al ritmo actual, para este otoño, nuestros pilotos habrán volado más horas extra en 2022 que en la totalidad de 2018 y 2019 combinados, nuestros años más ocupados hasta la fecha”, dicen según publica el diario político estadounidense The Hill (16/06/2022). “Empatizamos y compartimos su frustración por los retrasos, cancelaciones y planes de viaje interrumpidos que han experimentado. Estamos de acuerdo: es inaceptable”.
Con problemas desde la última semana de mayo, Delta asegura que trabaja en disponer todos los días una dotación suficiente de personal para garantizar que los vuelos se operen de acuerdo con el itinerario. También trabaja en embarques anticipados para permitir que el avión salga cuando esté listo y ahorrar minutos extras que pueden ser utilizados para minimizar problemas en otros vuelos. En ese sentido, indica que trabaja en conjunto con la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) para mejorar los procesos de tránsito aéreo.
Si bien las medidas buscan minimizar cualquier impacto, los pasajeros prácticamente están sujetos a la suerte. En muchas rutas, viajeros reportan cancelaciones de vuelo, cambios de avión a último minuto y también imprevistas reducciones de frecuencias, es decir, vuelos que se operan en ciertos días ya no están. La compañía indica a los pasajeros que si la situación de una reserva cambia, los equipos proporcionarán el “mejor itinerario siguiente que los lleve al lugar donde necesitan ir con el menor retraso posible”.
La Asociación de Pilotos de Líneas Aéreas (ALPA) culpa directamente a las empresas por programar más vuelos de los que realmente pueden realizar. No comparten la idea de que hay una escasez de personal y acusan de “afirmación ficticia de que faltan pilotos”.
“Estados Unidos está produciendo una cantidad récord de pilotos, pero algunos todavía intentan afirmar que necesitamos debilitar las reglas de seguridad de la aviación para solucionar un problema que no existe”, dice Joe DePete, presidente de ALPA. Según el gremio, datos de la FAA indican que en los últimos 12 meses se certifican 8.000 nuevos pilotos en los Estados Unidos.
Delta señala que la situación forma parte del escenario previsto post la pandemia. “Esta fase de recuperación es la más difícil”, dice John Laughter, jefe de Operaciones de la línea aérea con sede y hub en Atlanta.
Más allá de la postura de cada una de las partes, la falta de personal si es un problema. Sus orígenes están en la respuesta que el sector aéreo hace antes las numerosas restricciones impuestas por la política que bajo el argumento del COVID-19 determinan los cierres de fronteras y restricciones a la movilidad de las personas. La drástica caída del tráfico de pasajeros obliga a los recortes de capacidad y las pérdidas económicas a las desvinculaciones del personal de manera masiva.
Con el rápido retorno de los viajes a medida que los Gobiernos levantan las restricciones, las líneas aéreas intentan capturar lo más posible la demanda. Sin embargo, se toman con la realidad de que el personal inactivo por mucho tiempo debe volver a capacitarse y habilitarse antes de volver a sus labores, especialmente las tripulaciones de vuelos. Por turnos de capacitación y entrenamientos el retorno no es rápido y toma varias semanas o incluso meses, según la disponibilidad.
Desde 2021, la industria aérea advierte a los Gobiernos que regresar operatividad de una línea aérea “no es como encender el interruptor de una casa”. Por lo mismo, se viene insistiendo que las cuarentenas extensas, los cierres y restricciones de fronteras, entre otras restricciones no son sostenibles, especialmente cuando son medidas que no aportan a combatir una pandemia. La evidencia está: después de dos años de restricciones, medidas desproporcionadas y de toda índole y vacunas obligatorias, el virus sigue conviviendo con el ser humano como cualquier otra enfermedad.
No hay solución inmediata al problema presentado por Delta como por otras líneas aéreas en el mundo. La realidad indica que las disrupciones de vuelos serán una realidad en los próximos meses e impondrán un nuevo desafío a la industria aérea en medio de un tensionado clima político-económico internacional.