Previo al término del segundo gobierno de Sebastián Piñera, el Ministerio de Salud anuncia cambios en la política de ingreso a Chile. Desde hoy, la prueba PCR obligatoria a la llegada a Chile será aleatoria con lo cual se espera una mayor agilidad en el proceso de llegada reduciendo al menos el cuello de botella en el aeropuerto de Santiago.
El anuncio lo da a conocer el propio ministro de Salud, Enrique Paris, en una de sus últimas transmisiones relacionadas con el balance de la pandemia del COVID-19 antes de dejar el cargo. “Hemos decidido flexibilizar algunas medidas, hacer que la entrada sea aleatoria, es decir se van a testear aproximadamente a la mitad de los pasajeros que lleguen…”, señala.
La medida es bienvenida por parte de la industria de los viajes. Uno de los beneficios que se espera con el anuncio es la reducción significativa del “cuello de botella” que produce el control sanitario en el aeropuerto de Santiago como en otros habilitados para el ingreso de personas desde el extranjero. De acuerdo con las declaraciones del ministro, los tiempos de espera debieran bajar de manera considerable dado que el testeo de las personas que llegan será menor.
Cabe recordar que entre las medidas dispuestas por Chile está la exigencia de contar con una prueba PCR negativa 72 horas previas al último punto de embarque al país más otros requisitos para el caso de los extranjeros. Además, todo pasajero que ingresa debe someterse a una segunda prueba PCR en el punto de ingreso y confinarse hasta recibir el resultado negativo que generalmente tarde no más de 24 horas.
Las medidas redundantes generan una serie de aglomeraciones innecesarias en el aeropuerto de Santiago que se conocen como “cuellos de botella”. La situación es algo característica de la burocracia impuesta por la administración Piñera durante la pandemia sin que demuestre una efectividad. Precisamente, y al igual como ocurre en otros países, ninguna de las disposiciones sirve para detener la propagación del SARS-CoV-2 y sus variantes. Personal de aeropuerto califica los controles sanitarios como un “corral del contagio” por las aglomeraciones que generan contrarias a cualquier recomendación sanitaria.
Producto de las ineficiencias, excesiva e innecesaria burocracia, el proceso de llegada en el aeropuerto de Santiago puede tomar entre 1 a 4 horas de espera dependiendo del bloque horario. El proceso contradice no sólo las recomendaciones sanitarias, sino que también cualquier estándar definido por la industria aérea. Por consiguiente, afecta la calidad de servicios de los aeropuertos y la imagen país.
Si bien la medida es valorada por la industria de los viajes no es suficiente. Así, el gobierno de Sebastián Piñera termina con un país líder mundial en vacunación contra el COVID-19 que incluye una cuestionada inoculación con una cuarta dosis, pero también con amplias restricciones que no se eliminan. Se trata de una serie de promesas incumplidas que el saliente gobierno no se hace cargo.
Chile continúa exigiendo la homologación de vacunas y seguro de viaje con cobertura COVID-19 por US$30.000 para los extranjeros, y para ciudadanos chilenos y extranjeros, toma de PCR con 72 horas antes del último punto de embarque para todo pasajero, además de completar el formulario c19 o declaración jurada. Al llegar al país, la toma de PCR adicional en el punto de ingreso obliga a confinarse hasta recibir el resultado.
A nivel global, la industria de la aviación pide a los Gobiernos eliminar las barreras de entrada a los países para todas las personas vacunadas contra el COVID-19 y exigir pruebas de antígeno sólo a los no vacunados. Considerando que se trata de una enfermedad endémica, instan a quitar todas las restricciones sanitarias ya que las personas ya no son un riesgo para propagar la enfermedad.
En Chile, los sectores de la aviación y el turismo tienen puestas las esperanzas en el nuevo gobierno de Gabriel Boric. Sin embargo, el escenario se mantiene incierto considerando el poder político alcanzado por un sector del gremio médico propicio a confinamientos y restricciones que demuestran no ser efectivas para combatir la pandemia ni la evolución natural del virus.
Fotografía portada - Ricardo J. Delpiano