En un nuevo golpe para el principal fabricante aeronáutico norteamericano, la Administración Federal de Aviación (FAA, por sus siglas en inglés) de los Estados Unidos retira temporalmente a Boeing la facultad de auto certificar los B787. La decisión responde a las fallas reportadas en distintas aeronaves y a los procesos de control de calidad aplicados a ese modelo.
La suspensión del programa de auto certificación será temporal hasta que la FAA determine que todos los procesos de fabricación y control de calidad realizados por Boeing se cumplen satisfactoriamente y el B787 siga los estándares de diseño y construcción que se exigen. Para verificar que el fabricante realice las correcciones necesarias, el organismo regulador realizará una serie de inspecciones a la producción de los Dreamliner.
Desde mayo 2021, Boeing tiene suspendidas las entregas de nuevos B787 después que la FAA manifiesta su preocupación por los procesos de inspección. Ante esta situación, se han emitido dos directivas de aeronavegabilidad para abordar los problemas de producción, encontrándose uno nuevo inconveniente en julio pasado.
La paralización de las entregas afecta la programación de las líneas aéreas. Algunas como American Airlines, por ejemplo, se ven en la obligación de retrasar las entregas y realizar ajustes en los itinerarios en algunas rutas internacionales para adecuar la operación a la disponibilidad de flota. Las rutas a Chile como a otras ciudades de Sudamérica están entre las afectadas.
Se espera que en los próximos meses no se produzcan cambios significativos, al menos antes de que finalice la primera mitad del año. Considerando las restricciones que todavía están presentes en muchos mercados internacionales y la reducción de operaciones en vuelos de larga distancia, el impacto de la paralización de las entregas es menor, aunque no menos grave.
De haberse determinado este tipo de medidas en un periodo normal, cualquier demora en las entregas de aeronaves se traduciría en un problema complejo para muchas líneas aéreas. En ese supuesto escenario, probablemente los operadores habrían recurrido a utilizar muchas aeronaves más antiguas y menos eficientes que seguirían en servicio para compensar la demora en la llegada de nuevos equipos.
La auto certificación de aeronaves es algo común en los Estados Unidos. La FAA suele delegar a los fabricantes la emisión de los certificados de aeronavegabilidad en una señal de confianza en la propia industria. Sin embargo, los problemas del B737 MAX y las fallas encontradas en la producción del B787 han colocado la alerta respecto a esta política.
La autoridad aeronáutica quiere evitar un cambio significativo al respecto. Por lo mismo, viene incrementando su presión sobre Boeing como señal ejemplificadora y demostrar ante las autoridades como al público en general que es capaz de mantener el control sobre todos los procesos aeronáuticos bajo su competencia.
Si bien la decisión representa un revés importante para el mayor exportador de los Estados Unidos, también representa una oportunidad para recuperar la confianza dañada en los últimos años. Boeing indica que seguirá trabajará de manera transparente con los procesos detallados de la FAA para cumplir con todos los requisitos que apliquen.
La autoridad aeronáutica de los Estados Unidos quiere que Boeing cuente con un plan sólido de trabajo de inspección para los B787 nuevos que tiene estacionados. Asimismo, busca asegurarse que los procesos de entrega sean certeros y sin inconvenientes.
Dave Cahoun, CEO de Boeing, dice que la situación obliga a realizar una serie de cambios en una gran cantidad de aviones. Reconociendo el problema, dice que no hay forma como detenerlo y la única solución es enfrentarlo, asumiendo los costos. Ante esta situación y la obligación de cumplir con las exigencias, existen dudas si el fabricante con el ritmo de producción futuro o encaminarse en nuevos proyectos como una nueva versión del B787.
A principios de 2022, Boeing revela costos por US$3.500 millones en compensaciones a clientes por demoras en las entregas y otros US$1.000 millones por fallas en la producción, reparaciones e inspecciones en los B787.
Fotografía portada – Ricardo J. Delpiano