Mientras algunos países como el Reino Unido, Dinamarca o Finlandia eliminan todas las restricciones COVID-19, en Chile la situación continúa siendo compleja. Además de la burocracia asociada a la convalidación de vacunas -requisito inicial para que un extranjero puede ingresar al país- están los redundantes controles impuestos por el Ministerio de Salud y el Gobierno de Chile que generan “cuellos de botella” en el aeropuerto de Santiago.
La situación se produce por la lentitud de todo el proceso. Primero, la autoridad sanitaria revisa los documentos como el C19 y la prueba PCR exigida, pese a que al viajero ya se es sometido a dicho control en el punto de origen, necesario para emitir la tarjeta de embarque. Luego, está la entrega de una tarjeta que el pasajero debe portar en todo momento hasta llegar a migración. La misma, es manipulada en todo momento por usuarios y funcionarios, debe estar visible y con esa pasa a la toma obligatoria de PCR y debe ser entregada antes de pasar migración. Se incumple otra supuesta medida sanitaria: minimizar el traspaso de objetos.
Durante la llegada, se reactiva el llamado “corral del contagio”. El término es acuñado por los funcionarios del aeropuerto en 2020 para referirse a las aglomeraciones que generan las aduanas sanitarias y sus largas filas, contrarias a todas las recomendaciones que el propio Ministerio de Salud efectúa. Si bien las aduanas sanitarias -que no eran más que un punto de control de documentación- ya no existen, la situación se hace presente en el proceso de llegada al aeropuerto de Santiago como en otros terminales habilitados para el servicio internacional. De hecho, la selección de Fútbol de Argentina critica el proceso al llegar a Calama para jugar un partido con Chile.
El “corral de contagio” está presente en dos puntos. El primero está en la revisión de documentos donde la autoridad sanitaria tiene prácticamente tomado parte del espigón C del aeropuerto de Santiago. A diferencia de cualquier otro aeropuerto, el Ministerio de Salud se impone y administra a su discreción los flujos de pasajeros sin tener las competencias necesarias para ello. Ahí, el personal de Nuevo Pudahuel -sociedad concesionaria que administra la terminal aérea- es inexistente, así como de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC). El segundo punto está en la toma de las muestras PCR, donde los pasajeros deben hacer fila, pasar por un tótem para completar sus datos, obtener un número, dirigirse a una casilla y luego ser asignados a un box donde finalmente se realiza el examen.
En todo momento, el distanciamiento físico no se respeta o es imposible de hacerlo por los reducidos de los espacios. Si bien dicha práctica es arbitraria -ya que no está clara su origen-, se aplica a discreción, e incluso en algunos lugares del mundo ya no se utiliza (así como los aforos), en Chile sigue siendo una “regla de oro” de las restricciones.
Finalizada la toma de la prueba, recién el pasajero puede dirigirse a migración, luego al retiro de equipaje y finalmente al control de Aduanas y del Servicio Agrícola y Ganadero (SAG) para luego salir del aeropuerto. El tiempo que transcurre desde salir del avión hasta salir de la terminal varía dependiendo de la hora de llegada. En los periodos de alta demanda, como las mañanas -por ejemplo- puede demorar hasta más de tres horas. Incluso, en los procesos más expeditos, habitualmente el equipaje está fuera de la cinta.
Para los procesos aeroportuarios, la situación muestra ineficiencia y sigue siendo un punto pendiente para el aeropuerto como para toda la comunidad aeronáutica que no consigue solucionar con el Ministerio de Salud. De esto, también se infiere refleja la escasa disposición de las autoridades para solucionar problemas. Todo choca en los espacios reducidos ya que hasta la fecha, el nuevo terminal internacional que, inicialmente está previsto para 2020, todavía no se inaugura.
Con las demoras en la apertura de la nueva infraestructura, es altamente probable que la temporada alta de viajes en Chile continúe viendo las aglomeraciones en el aeropuerto de Santiago y la aplicación de medidas redundantes que no representan ninguna mejora. Los cerca de 30 mil contagios diarios por COVID-19 que registra el país dan cuenta que los controles son ineficaces e innecesarios si su fin es la prevención.
En Europa, un reciente estudio realizado por Oxera y Edge Health respecto a las restricciones colocadas por los países confirman que no sirven para detener el avance de la pandemia y sus variantes. De hecho, Finlandia e Italia ya comienzan a dar marcha atrás en las medidas, así como otros países, uniéndose a Estados que no cambian sus políticas y continúan con un proceso de normalización.
La Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) y el Consejo Internacional de Aeropuertos (ACI) con base al informe de Oxera y Edge Health están pidiendo a los Gobiernos quitar las restricciones, al menos para las personas completamente vacunadas, ante una enfermedad endémica. También se apoyan en la propia Organización Mundial de Salud (OMS) que dice que a estas alturas, los Gobiernos deben terminar con las restricciones de viaje ante un virus ya endémico. En su reemplazo, instan que el enfoque debe estar en las políticas sanitarias internas y trazabilidad.
Fotografía portada - Ricardo J. Delpiano