Después de casi siete décadas de administración estatal, Air India vuelve a manos privadas y lo hace nada menos que con sus fundadores: Tata Group. El gigante indio es el ganador del proceso de privatización de la línea aérea tras ofertar US$2.400 millones por el 100% de la propiedad y acordar asumir alrededor de US$2 mil millones de un total de US$8,2 mil millones de deudas, cuya diferencia queda a cargo del Estado.
El proceso, que se debe completar en diciembre, termina con 68 de administración pública, misma que hoy tiene a la compañía inmersa en una compleja situación financiera y cuestionamientos de corrupción, resultantes de deficiente gestión. Por consiguiente, la empresa se encuentra en “un ambiente de desesperación y de caos”, agravada por la crisis del COVID-19.
Tal es su situación que durante el primer proceso de privatización en 2018, el Gobierno de la India no logra atraer a ningún oferente por la compañía. A la fecha, Air India pierde alrededor de US$1 mil millones por año. Inicialmente, el Estado intenta retener al menos el 26% de la propiedad, pero finalmente termina vendiendo toda la compañía para atraer oferentes y conseguir el éxito de la privatización.
“Air India pierde 200 millones de rupias (US$2,6 millones) al día. Esas pérdidas, después de la transferencia, no llegarán a los contribuyentes”, dice Tuhin Kanta Pandey, secretario del Departamento de Inversiones del Ministerio de Finanzas, tras el anuncio del acuerdo con Tata Sons.
Tata Group es el fundador de Air India bajo el nombre de Tata Airlines en 1932. Por lo tanto, adjudicarse la privatización de la más importante línea aérea del subcontinente. El holding tiene desde hace tiempo intenciones de participar en el segmento de la aviación que ya viene manifestando con acciones en Vistara, empresa creada en conjunto con Singapore Airlines y Air Asia India.
Sus nuevos propietarios consideran que se necesitará un gran esfuerzo para reconstruir Air India y poder devolver su competitividad en el mercado en un escenario altamente desafiante. Además, de resolver su compleja situación interna y financiera, tiene que estudiar que estrategia utilizar para competir considerando que tienen una fuerte amenaza a nivel interno por parte de las líneas aéreas de bajo costo y tarifas bajas (LCC, por sus siglas en inglés) como de compañías globales importantes en ambos lados del país: Emirates, Qatar, Oman Air o Turkish Airlines desde el frente occidental y las firmas asiáticas como Singapore Airlines o Thai desde oriente, por mencionar sólo algunas.
A ambos lados, también está la presencia de las LCC. Sin embargo, para este segmento la principal línea aérea tiene herramientas con Air India Express, unidad que también está incluida en la privatización y es parte de ahora de Tata Group.
Con 13.500 trabajadores, Tata Group promete una cierta estabilidad laboral en el corto plazo. Sin embargo, no se descartan cambios para lo cual adelanta que existirán compensaciones si se procede con reducciones de personal como parte de las eficiencias que buscaría lograr la nueva administración en una etapa que pareciera no ser sencilla por las presiones internas y externas que podría sufrir.
Después de ver sus inicios como operador privado e iniciar vuelos internacionales después de la Segunda Guerra Mundial, Tata Airlines se nacionaliza en 1953 por el entonces primer ministro Jawaharlal Nehru, por considerar que el Estado debía tener un rol en la economía de la economía.
J.D.R. Tata, fundador de la empresa se mantiene como presidente de la línea aérea hasta 1977, pero en ese año una disputa con el primer ministro Morarji Desai, hace salir a la familia fundadora. Desde entonces, los cargos directivos quedan a cargo de los gobiernos de turno con una fuerte injerencia política que la llevan al declive.
Por décadas, Air India tiene una “limitada competencia” con Indian Airlines, administrada también por el Estado. Esta realidad hace que la aviación comercial en la India esté bajo un completo monopolio hasta 1991 cuando se produce una liberalización del sector que permite el ingreso de nuevos operadores. La deficitaria situación de la línea aérea obliga a los gobiernos de turno a proporcionar inyecciones permanentes de recursos para evitar el colapso. Desde 2009, más de US$14 mil millones de los contribuyentes se giran a favor de Air India.
Pese a la desregulación de la aviación, la injerencia estatal Air India y en el sector hace que se practiquen políticas adversas y desleales. Una de las más características una guerra de precios depredadora que afecta a otros competidores como la desaparecida Kingfisher y Jet Airways.
El plan de Tata Sons es transformar a Air India en un plazo de tres a cinco años. Para ello, necesitará una fuerte inversión destinada a capitalizar la línea aérea que se verá ayudada luego de que el acuerdo con el Estado hace que este asuma gran parte de la deuda.
Air India cuenta con una flota de 123 aeronaves. Según datos de la industria posee 20 Airbus A319, 36 A320, 20 A321, cuatro Boeing 747-400 (detenidos), tres B777-200LR, 13 B777-300ER, y 27 B787-8. Por su parte, Air India Express opera 23 B737-800.
Fotografía portada – Boeing