Además de las medidas restrictivas y abiertamente discriminatorias impuestas por el gobierno para las personas que califican para ingresar a Chile, la llegada al país posee otra serie de inconveniencias. A los controles sanitarios en el aeropuerto, se agregan tiempos de espera que pueden ser más largos que el viaje en avión y protocolos aplicados que se oponen a las prácticas armonizadas por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). Todo en su conjunto parece colocar a Chile como un “anti-ejemplo” que contradice la realidad de años atrás reflejado en un respeto a la normativa y la generación de políticas favorables para un armonioso desarrollo del transporte aéreo.
Sólo en el ámbito aeroportuario, existen cuatro aspectos cuestionables respecto del proceso de llegada a Chile. Todos afectan la experiencia al usuario y la calidad de servicio que se ofrece e incluso, algunos pueden no corresponder con la normativa internacional. Lo anterior, infiere una supuesta incapacidad de las instituciones del Estado para funcionar como corresponde, además de mostrar como la crisis del COVID-19 coloca una predominancia innecesaria de la autoridad sanitaria en ámbitos más allá de su competencia.
El primer inconveniente a la llegada a Chile está en el recorrido de desembarque. Habitualmente, los pasajeros ingresan por un sector distinto al de salida con el propósito de que los flujos de pasajeros que llegan se mantengan separados de los que embarcan. Para ello, el aeropuerto de Santiago -como muchos en el mundo con tráfico internacional- poseen separaciones en su infraestructura. Con los protocolos impuestos en el aeropuerto de Santiago dicha separación no ocurre.
Pese a que se trata de una medida temporal -aunque sin fecha de término-, información desde el aeropuerto como la experiencia de viajeros indican que los pasajeros tras salir del avión por el puente de embarque son conducidos hasta el espigón C por el tercer nivel de salidas lo que genera un cruce innecesario con los pasajeros que pueden estar embarcando. Lo anterior es confirmado por el aeropuerto al señalar que por la baja significativa del número de vuelos las llegadas ocurren por la terminal 1.
Si la justificación de los controles sanitarios está en identificar y separar la amenaza que pueden representar los viajeros, la autoridad chilena comete el error al cruzar dos flujos que deben mantenerse separados y pone en riesgo a pasajeros que están sanos con aquellos que considera como “potenciales contagiadores”. Actualmente, el aeropuerto de Santiago posee infraestructura para separar adecuadamente los flujos de pasajeros de arribos y de salidas en dos niveles, respectivamente, tanto en la terminal antigua (T1) como en la nueva (T2).
Desde Nuevo Pudahuel, señalan que la capacidad disponible para el control sanitario colocado por la concesionada es de 25.000 metros cuadrados entre el espigón C y una zona de la terminal 1. El espigón C está reservado para que los viajeros esperen su control sanitario y posteriormente cumplan con el resto de los trámites de arribo. Como consecuencia, los traslados entre terminales toman tiempo por la distancia a recorrer.
La mezcla de flujos sugiere un posible incumplimiento de parte de Chile de la recomendación internacional. Según el Anexo 9 de Facilitación de OACI, cada “Estado contratante, en cooperación con los explotadores de aeropuertos, debería asegurar que las instalaciones y servicios en el edificio terminal estén diseñadas, administradas y organizadas de modo que el público no viajero no obstaculice el movimiento de los pasajeros que llegan y que salen”, lo que supone una separación de los tráficos.
Otro de los inconvenientes presentados son los excesivos tiempos de espera generados por el control sanitario. Según los reportes de viajeros consultados pueden llegar hasta las 5 o 6 horas. Debido a su improvisación y por ser una práctica no aplicada por igual por todos los países, en la industria aérea no hay una especificación de los tiempos que deben tomar estos controles como si existen para otros como check-in, revisión de seguridad, tiempo de espera para control de pasaporte o retiro de equipaje.
Los tiempos se dividen en el periodo en el que sencillamente los viajeros esperan en el espigón C para ser controlados por la autoridad sanitaria como por el proceso mismo de revisión de documentación y toma de muestras PCR adicionales. Todos varían dependiendo de la hora de arribo y la simultaneidad con otros vuelos, pero también de la eficiencia y eficacia del control sanitario. Salud indica que se controla al 100% de las personas que ingresan a Chile.
Los pasajeros reportan que el control sanitario en el aeropuerto de Santiago puede demorar más que el vuelo lo que genera una serie de disconformidad con el servicio otorgado, además de alejarse con las buenas prácticas que se deben implementar. De esta manera, un viaje desde Lima, por ejemplo, puede ser más corto que el ingreso a Chile.
Consultado el Ministerio de Salud al respecto, este responde a través de la Secretaria Regional Ministerial (SEREMI) de la Región Metropolitana que tiene a su cargo el control sanitario del aeropuerto. “Los tiempos de cada paso o trámite dependen de condiciones fuera del control de los funcionarios de aduanas sanitarias. Entre ellas, la llegada simultánea de vuelos en horarios punta, el cumplimiento de los documentos exigidos a los pasajeros y la operación de otras instituciones y organismos en el ingreso de viajeros a territorio nacional”, señalan.
Defendiendo su gestión indican que la espera varía si el pasajero tiene o no su “Pase de Movilidad”, pero el promedio de la espera es de 2,3 horas, incluyendo la de aquellas personas que van a los hoteles sanitarios de tránsito. Sin embargo, aún cuando el tiempo de espera fuese el indicado no coincide con ninguna práctica internacional.
Mediciones de tiempos y otros registros confirman que lo indicado por Salud no es correcto dado que registran un promedio entre 4 a 5 horas. Dicha cifra coincide con la reportada por los viajeros internacionales consultados. Indirectamente, la SEREMI de Salud se contradice con lo que indica, ya que una de las justificaciones para colocar el ingreso de los viajeros por la zona de salidas internacionales (tercer nivel del aeropuerto) es que estos puedan acceder a servicios de alimentación, por lo tanto, infieren que las esperan serán largas.
Según los Niveles de Servicio en aeropuertos de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) el mayor tiempo de espera corresponde al del retiro de equipaje que no debe pasar más de 25 minutos. Cualquier otro proceso de control de pasajeros es de un máximo 20 minutos. Los viajeros que se han visto afectado muestran que los tiempos informados por la autoridad sanitaria no coinciden con la realidad y en promedio están 4 horas lo que es inaceptable. Reflejan la burocracia excesiva y redundante, además de descoordinaciones por parte de la autoridad sanitaria que no debieran manifestarse aún cuando el pasajero no cumple la normativa.
Al requerir el número de funcionarios y puestos de control dedicados a la revisión de documentos como al número de procesamientos con muestras PCR por día, la SEREMI de Salud de Región Metropolitana sólo se limita a indicar que el procesamiento de 1.300 por día, sin aportar mayores datos. El término de la aduana sanitaria en el aeropuerto de Santiago para viajes nacionales debiera traducirse en un incremento de la eficiencia de la revisión.
Desde Salud confirman lo anterior. “La autoridad sanitaria informa que con el fin de agilizar los procesos, se han automatizado los procesos que antes eran manuales y también se han aumentado los counters de fiscalización”, comentan. Sin embargo, en la práctica existe poca certeza que ello se cumpla a cabalidad.
De acuerdo con el Anexo 9 de OACI, se deben establecer “disposiciones para contar con instalaciones para los organizadores de grupos/viajes turísticos en las zonas públicas o no controladas de llegada o salida, o en ambas a la vez, con objeto de reducir al mínimo la congestión en los edificios terminales”. La congestión en el aeropuerto no estaría cumpliéndose, misma que con aglomeraciones innecesarias y largos tiempos de espera son opuestas a todas las medidas que la propia autoridad sanitaria chilena pregona para prevenir el COVID-19.
Adicionalmente, los viajeros internacionales que califican para ingresar a Chile cuestionan la excesiva burocracia y la falta de información de parte de la autoridad. Se critica que las medidas son confusas, difíciles de acceder y están sujetas a errores de interpretación. Uno de los problemas más requeridos está con el documento c19 que sólo puede sacarse con cédula de identidad chilena. También está el problema de la homologación de vacunas por no ser inmediato tal como la autoridad informa. Ante la demanda de viajes por distintos motivos, los chilenos en el exterior desconocen cuándo pueden sacar su “Pase de Movilidad”, documento válido sólo para Chile.
Desde el inicio de la crisis por COVID-19, los organismos encargados de normar la industria aérea advierten que los controles sanitarios deben ser estandarizados, rápidos y eficaces para evitar aglomeraciones innecesarias en los aeropuertos y afecciones a los procesos que realizan los pasajeros para salir o llegar de un país. También enfatizan que los Gobiernos deben proveer una información sencilla y clara para evitar errores de interpretación por parte del viajero.
Como consecuencia de lo anterior, surge un problema adicional para las personas asociado a la entrega de equipaje. Independiente de las demoras en el control sanitario y el posterior paso por migraciones, la colocación de las maletas en la cinta se realiza en los tiempos normales. Por consiguiente, si un pasajero demora más de lo requerido su maleta no está disponible en la cinta sino en la oficina de la línea aérea u otro lugar designado. Lo anterior, obliga a buscar equipaje de manera personalizada lo que genera tiempos adicionales de espera que no debieran proceder en un aeropuerto de primer nivel. En Chile, es necesario retirar el equipaje para luego pasar por control de Servicio Agrícola Ganadero (SAG) y Aduanas antes de salir a la zona pública.
La burocracia, controles redundantes, así como eventuales incumplimientos con las prácticas de la industria aérea obligan a una revisión inmediata de las políticas y procesos implementados por parte de la autoridad chilena. También advierte que de no existir cambios a la brevedad posible, el incremento del flujo de pasajeros previsto para los próximos meses puede derivar un colapso aún mayor de la situación actual, la que no escala hasta la fecha debido al reducido número de vuelos internacionales en comparación con periodos normales.
Fotografía portada - Ricardo Montes de Oca