Por desconocimiento y/o exceso de confianza, la automatización de los sistemas de navegación abre riesgos que es necesario abordar al momento de formar pilotos. Si bien los avances tecnológicos en sistemas como procedimientos son un aporte a la seguridad en vuelo, el factor humano sigue siendo imprescindible en una operación aérea, aún cuando su rol cambia un poco: de un total control pasa una labor de monitoreo.
La revolución de la tecnología está permitiendo vuelos cada vez más seguros y eficientes. Sin embargo, también está generando desafíos en lo que respecta a una excesiva dependencia que puede derivar en malinterpretaciones cuyas consecuencias puede ser desastrosas para la operación, aún cuando se puedan utilizar técnicas tradicionales basadas en el vuelo manual.
La automatización posee una serie de ventajas: aumenta las capacidades de control de la aeronave, manteniendo la trayectoria y perfil deseado del vuelo, hay una mayor gestión de funciones, parámetros y fallas, reduce la carga de trabajo de las tripulaciones permitiendo, por ejemplo, realizar otras tareas. Incluso trae ventajas para los pasajeros, un vuelo más controlado y menos movido se traduce en una mejor experiencia de viaje y mayor confortabilidad de la persona. Por lado opuesto, una excesiva automatización o un mal manejo de esta puede reducir la conciencia situacional de las tripulaciones generando incluso, más carga de trabajo de lo que se desea, especialmente cuando los sistemas fallan.
La excesiva dependencia de la automatización se manifiesta cuando los pilotos operan aeronaves sólo confían en las capacidades de la aeronave para controla la trayectoria de vuelo basado en los sistemas. Esas situaciones se interpretan como una falta de confianza resultante de una combinación de factores, incluyendo un conocimiento inadecuado de los propios sistemas automatizados o una eventual falta de competencia en vuelo manual y gestión.
En términos generales, hay dos problemas fundamentales en la automatización. El primero es que en su mayoría, los pilotos probablemente no quieran reducir voluntariamente la medida en que utilizan la capacidad de automatización conseguida para hacer frente a cualquier situación sea esta rutinaria o anormal en una operación de vuelo. Por otro lado, si por alguna razón la capacidad de automatización completa ya no está disponible o no entrega el control de aeronave requerido, existe el riesgo de usar parcialmente los sistemas automatizados, en lugar de volver a utilizarlos por completo. El efecto de ambos casos puede provocar una incomprensión de la situación determinada por la saturación de tareas para ambos pilotos.
A modo de ejemplo, para aquellos pilotos que vuelan comúnmente con el empuje automático activado (AutoTrust en aviones Airbus y AutoThrottle en aviones Boeing) pueden perder rápidamente el hábito del scan y crosscheck de las indicaciones de velocidad. Por lo tanto, cuando existe una desconexión del sistema automático, sea por diseño o después de un mal funcionamiento, los pilotos pueden no notar ni reaccionar, incluso ante grandes desviaciones de velocidad, como le ocurre a un Boeing 737-800 en 2009.
Por lo anterior, el entrenamiento por parte de las tripulaciones de vuelo debe enfocarse en la práctica de fallas de dichos sistemas automatizados. ¿Requieren entonces las tripulaciones de vuelo más entrenamiento a causa de la mayor automatización? El piloto en una cabina de vuelo debe estar preparado para el error del sistema y debe ser capaz de detectarlo.
La interrogante anterior se menciona como una paradoja. El infortuito caso de alguna falla de cualquiera de los sistemas automatizados, crea condiciones de vuelo extremadamente poco frecuentes y se plantea que las tripulaciones de vuelo no estarán familiarizadas.
El 28 de febrero de 2018, un Airbus A320 de la compañía Smartlynx Estonian pierde la totalidad de sus computadores de control de vuelo. La gravedad del caso radica en la falla de un sistema diseñado para evitar problemas genera un estado no deseado. Cada uno de los cuatro computadores de control responde exactamente como estaban diseñados ante una falla. En ese caso, el excelente trabajo por parte de la tripulación de vuelo logra evitar un accidente fatal por causa de una pérdida de control.
A diferencia de lo que pasa con los dos accidentes fatales B737 MAX en 2019 y 2020, las tripulaciones mencionan que no hubo un entrenamiento respecto al uso del Sistema de Aumento de las Características de Maniobra (MCAS, por sus siglas en inglés) ni menos un conocimiento adecuado del procedimiento de desconexión.
En el proceso de mejora continua de la seguridad operacional, debe considerar la automatización del entrenamiento. Lo anterior, implica métodos basados en la teoría y uso de una diversidad de elementos disponibles, entendiendo comportamientos esperados, procedimientos de desconexión, prácticas de vuelos en condiciones poco esperadas y la respuesta a la probabilidad de falla de cualquiera de los sistemas. Actualmente, el escenario de capacitación y entrenamiento considera casos mucho más conocidos y probables.
La experiencia a lo largo de la historia de la industria aérea sugiere que los desafíos y riesgos no pueden ser analizados con base a los métodos tradicionales. Como propuesta se plantea que los entrenamientos vayan más allá de las limitaciones del fabricante dado que no hay aeronaves exentas de problemas o de cadena de acontecimientos, especialmente cuando cada día cada existen más factores que intervienen en una operación aérea.
“Se requiere mucha más capacitación y experiencia, no menos, para volar aviones altamente automatizados”, dice a la revista Wired el capitán Chesley “Sully” Sullenberger, piloto al mano del US Airways US1549 que en 2009 amariza en el río Hudson en Nueva York tras impactar con una bandada de gansos a baja altitud y perder los dos motores.
En resumen, el entrenamiento que realizan las tripulaciones de vuelo en el mundo debe avanzar hacia un aseguramiento de una comprensión plena de toda la cadena operacional, lo que incluye la funcionalidad completa del sistema automatizado. Por otro lado, se debe asegurar que los pilotos comprendan la importancia de monitorear la función esperada de los sistemas para que, en caso de información incorrecta o mal funcionamiento, estén capacitados para tomar medidas correctivas y oportunas.
Fotografía portada - Simón Blaise