Sin duda no es el mejor momento para los aeropuertos. Las restricciones unilaterales impuestas por el Gobierno han afectado seriamente los ingresos generando desequilibrios financieros que, en otros casos ya generan conflictos a mayores escalas. Los constantes cambios e improvisaciones de las medidas dificultan la planificación y vuelve compleja la operación, especialmente cuando actores externos al sistema aeronáutico coloca procesos adicionales. A esto, se agrega una carga emocional no menor, cuando medios y una opinión pública cargan injustamente a la aviación factores que no son atribuibles.
Pese a ese adverso panorama, los aeropuertos en Chile -como en el resto del mundo- se convierten en una especie de “primera línea” de prevención contra el COVID-19. Junto con las líneas aéreas, son los primeros sectores en aceptar esta nueva realidad temporal al modificar servicios, procesos, equipamientos y en algunos casos también infraestructura, todo para continuar operando de manera segura, prioridad número uno de la industria de la aviación.
Protagonistas de esa realidad son los aeropuertos de Antofagasta e Iquique. Gestionados por APORT, a inicios de la pandemia realizaron inversiones por más de CLP40 millones para adquirir nuevos equipamientos fortalecer las acciones orientadas a salvaguardar la salud de las personas, según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y la autoridad sanitaria local. Según la concesión, la acción la insertan dentro de un proceso de mejora continua, sabiendo el impacto que tiene la crisis y las restricciones en la experiencia aeroportuaria por parte de los usuarios.
“Desde el inicio de la pandemia, como operadores, hemos desarrollado medidas innovadoras con el fin de aportar a la seguridad del pasajero, con soluciones atractivas, confortables, seguras y que no conlleven un mensaje negativo que inquiete al pasajero, como por ejemplo, cruces o prohibiciones. Hemos priorizado dar un mensaje constructivo y que motive al autocuidado”, señala Felipe Fraser, gerente general de APORT, sociedad concesionaria a cargo de los terminales Andrés Sabella de Antofagasta y Diego Aracena de Iquique.
En 2020, las primeras inversiones sanitarias se orientan a colocar lavamanos portátiles, tótems dispensadores de alcohol gel, alfombras sanitizadoras en los accesos. También se instalan barreras acrílicas para los mostradores de check-in y de atención de otros servicios que funcionan en las terminales, gráficas para educar y concientizar las medidas de higiene y autocuidado de los viajeros. En las salas de embarque, se cambian la disposición de los asientos para que los pasajeros tengan una distancia mínima, con corridas de tres o cuatro sillas cada una con separadores de acrílico que también están disponibles en mesas para garantizar un distanciamiento.
Todos estos cambios les permite también cambiar parte de los conceptos tradicionales en el diseño de terminales. Siguiendo las mejores prácticas internacionales, probablemente son uno de los primeros aeropuertos en regiones que innovan en el diseño de sus espacios interiores con la distribución de equipamiento y mobiliario, habilitando nuevas zonas para que los viajeros puedan estar más a gusto mientras esperan su trabajo. Nuevos asientos, zonas de trabajo, espacios para reuniones, son algunos ejemplos.
La gestión realizada y las medidas sanitarias impulsadas hacen que hoy sean reconocidos por la industria de los aeropuertos a nivel internacional. El pasado 22 de marzo, el aeropuerto Diego Aracena de Iquique recibe de parte del Consejo Internacional de Aeropuertos (ACI) el certificado de Acreditación Sanitaria Aeroportuaria (AHA, por sus siglas en inglés). Dicha auditoría, apoya a los aeropuertos en la correcta verificación de las medidas implementadas en línea con las recomendaciones del Grupo de Trabajo para la Recuperación de la Aviación (CART) de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI). En la acreditación se consideran todas las áreas y etapas del proceso que realiza el pasajero desde su ingreso a la terminal hasta el embarque en el avión o en su camino desde el avión hasta el retiro de equipaje o salida, además de los protocolos en locales comerciales y de servicios, las comunicaciones, entre otros aspectos.
“La certificación nos permite demostrar que somos un aporte concreto a la seguridad sanitaria de la región y confirma el trabajo que estamos realizando para velar por la seguridad y tranquilidad de nuestros usuarios y colaboradores desde el inicio de la pandemia”, puntualiza Fraser.
Como toda la industria de la aviación, los aeropuertos no quieren ser vector de contagio del COVID-19 y así lo demuestran estudios científicos que avalan la seguridad del viaje aéreo. Recientemente, la industria aeroportuaria mundial ha actualizado las medidas de prevención recomendadas para enfrentar distintos escenarios y propiciar junto con los Gobiernos una hoja de ruta para reactivar, especialmente si se toma en cuenta el rol catalizador que tiene la aviación en la economía local, regional y del país, factor que propicia el desarrollo de la sociedad.
De acuerdo con ACI, los beneficios de una acreditación sanitaria estandarizada a nivel mundial permiten demostrar a los usuarios y a los Gobiernos las acciones que el aeropuerto realiza en materia de seguridad, además de validar las propias medidas implementadas. También promueve la generación de confianza en el público, las mejores prácticas en línea con estándares internacionales y el reconocimiento de la excelencia profesional y del mantenimiento de la infraestructura y del equipamiento.
En un proceso de mejora continua, APORT dispone ahora de cámaras que permiten controlar el aforo en el acceso al aeropuerto, información que es comunicada además a través de una pantalla para los usuarios que accedan al terminal. Operando desde los últimos días, están en un periodo de prueba para luego evaluar su puesta en funcionamiento. Se suma un dispositivo que permite medir la temperatura facial de los pasajeros y detectar automáticamente el correcto uso de mascarillas, adicional a la cámara térmica ya existente en el entrada al edificio terminal.
Lo anterior, es complementado con estaciones con dispensadores de alcohol gel sin contacto, instaladas en todos los sectores claves para el embarque y desembarque de pasajeros. Además, han colocado tótems de toma de temperatura a distancia y dispensadores de alcohol gel automático en el acceso a las áreas de oficinas del personal de las compañías aéreas.
“Nos hemos adelantado en acondicionar el edificio terminal para el momento en que, una vez controlado el virus en el país, se reactive el transporte aéreo. Hoy, bajo esa misma filosofía, quisimos reforzar el trabajo ya realizado y sumar elementos tecnológicos que facilitan, además, la fiscalización del cumplimiento de las medidas de prevención y autocuidado en nuestros aeropuertos”, explica el gerente general de APORT.
El aeropuerto Andrés Sabella de Antofagasta es el de mayor movimiento en Chile después de Arturo Merino Benítez de Santiago determinado por el tráfico corporativo que posee, mayoritariamente asociado a la industria de la minería. Por su ubicación y composición de su mercado, es seleccionado por JetSMART para instalar su segunda base regional de operaciones, hecho que amplía el potencial del terminal aéreo hacia el futuro tanto a nivel doméstico como internacional. Probablemente, este terminal aéreo esté próximo a recibir su certificación sanitaria.
Por su parte, el aeropuerto Diego Aracena de Iquique es considerado aún como una “puerta Norte” de Chile por el tráfico local e internacional, especialmente con Bolivia y Paraguay, lo que lo convierte en un catalizador de la actividad económica y turística de la zona. Por su ubicación estratégica, es utilizado como escala para las operaciones de carga en el cono sur permitiendo el embarque y desembarque de productos del Norte de Chile, Argentina y Bolivia hacia distintos puntos del continente.
Fotografía portada - APORT