Durante décadas, la industria aeronáutica ha enfrentado el desafío de estudiar las causas de los accidentes aéreos a fin de mitigar el aumento de los mismos y sus efectos en la seguridad aérea. En aviación, las amenazas identificadas de mayor incidencia son factores técnicos, fenómenos meteorológicos, congestión del espacio aéreo y, cada vez en mayor relevancia, la fauna silvestre que está presente en la gran mayoría de los aeropuertos.
Hoy, el escenario respecto a la aviación se mantiene en crisis a causa de la pandemia por el virus COVID- 19. Pero hasta 2019, las estadísticas mundiales no dejan de sorprender: en promedio, cada día un total de 12 millones de pasajeros abordan más de 120.000 vuelos de línea aérea para llegar a su destino. Son estas cifras las que, a su vez, presentan una nueva tarea: el aumento de operaciones implica considerar cómo disminuir la posibilidad de un bird strike.
Un bird strike se define como el impacto de aves contra la estructura de una aeronave, lo cual ocurre con mayor probabilidad durante las fases de despegue, aproximación y aterrizaje, dada la cercanía de la aeronave con el terreno donde se concentra la fauna silvestre. Los “choques con aves en un aeródromo”, son los impactos que se han producido hasta 200 pies sobre el nivel del terreno durante la aproximación o hasta 500 pies sobre el mismo durante el ascenso.
Cabe señalar que un bird strike puede tener consecuencias leves, que van desde daño estructural de fuselaje hasta una falla parcial o total de motor , que implica necesariamente pérdida de empuje, tal como ocurre con el vuelo US1549 de US Airways el 15 de enero de 2009: un Airbus A320 recién despegado desde Nueva York (LGA) con destino Charlotte, impacta contra una bandada de gansos canadienses a baja altitud, lo cual produjo daño en ambos motores y pérdida total de empuje, dando como resultado final un amaraje en el Río Hudson. Gracias al buen manejo del caso por parte de la tripulación, los pasajeros sobreviven y salen mayoritariamente ilesos.
Así, el nuevo desafío para la industria es encontrar una solución a la problemática y disminuir el creciente riesgo de un bird strike. Un estudio realizado por la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI) e incluido en su Reporte de Seguridad (Safety Report) de 2018, concluye que el 68% de los bird strikes ocurren durante el día y un 25,0% durante la noche. En cuanto a la fase de vuelo, el 31,0% de impactos contra fauna silvestre se dan durante la fase de despegue, mientras que un 33,0% en fase de aproximación y sólo un 26,0% durante el aterrizaje. Lo anterior, tiene como resultado que en un 21,0% de los casos anteriores se efectúa un despegue abortado, 49% en aterrizajes preventivos, 3,0% en detención de motor y 28,0% en otras acciones.
Por otro lado, una investigación realizada en los Estados Unidos y publicada en 2021, indica que hubo más de 227.000 casos de bird strike entre 1990 y 2019 en dicho país. La tasa de ataques a causa de fauna silvestre a aviones comerciales por cada millón de operaciones de aviones aumenta de 22,78% en 2011 a 37,30% en 2019.
Dado lo anterior, cuatro estudiantes de Embry-Riddle Aeronautical University, buscan estudiar la vida silvestre existente en Daytona Beach, Florida, específicamente para identificar las especies, así como también qué características definen la población de fauna en base al estudio de la tierra y sus condiciones atmosféricas. El principal objetivo es mitigar el riesgo de un bird strike mediante la recopilación de datos sobre la seguridad de el uso de drones (UAS). Para ello, sensores de drones más efectivos permitirán observar y predecir la presencia de vida silvestre en las cercanías de los aeródromos y aeropuertos. A su vez, esto trae una segunda tarea no menos importante: estructurar planes sobre cómo utilizar los avances en tecnología con el fin de disminuir las estadísticas de bird strike en Estados Unidos y, por qué no decirlo, a nivel mundial.
En Latinoamérica, el caso es bastante desafiante dada la gigantesca cantidad de aves que existen en la zona. Basándonos en ésta problemática, sólo en Chile existen 439 especies de aves reconocidas en la totalidad del territorio nacional.
La Dirección General de Aeronáutica Civil de Chile (DGAC), publica el DAN 14-09 “Peligro aviario y fauna”, cuya última actualización corresponde a septiembre de 2020. Dicha normativa exige que cada aeródromo chileno disponga de un Comité Local del Peligro de la Fauna Silvestre (COLFAS), administrado por la Dirección de Aeródromos y Servicios Aeronáuticos). Además, indica la creación del Programa Nacional de Control de Choque con Aves y la Fauna Silvestre. Dicha acción no sólo requiere el estudio y evaluación de riesgo por fauna silvestre, sino también cada plan aeroportuario debe aplicar técnicas para la repelencia de aves y mamíferos, tales como chequeos de pista, repelentes químicos, sonoros, visuales, animales adiestrados, aeromodelos radio controlados y proyectiles no letales.
Los resultados por parte de la DGAC, en lo que respecta a estudios de bird strike a nivel nacional, son similares a las estadísticas mundiales. Durante el 2018, de un total de 124 impactos registrados, 88 fueron durante el período diurno, que equivale a un 70,9% del total. Adicionalmente, 49 de ellos ocurren durante la fase de aterrizaje (39,5%), 37 durante el despegue (45,8%) y 25 durante la aproximación (31,0%). En cuanto a los aeródromos en que se registran la totalidad de bird strikes, 54 de ellos fueron en el aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago (43,5%), seguido de 13 en el aeródromo La Florida de La Serena (10,4%) y 11 en el aeródromo de La Araucanía en Temuco (8,8%). Son los tres recintos aeronáuticos con más casos reportados.
Lo anterior es un campo que aún tiene desafíos y, lógicamente, requiere de mayor desarrollo. Si bien no existen soluciones claras y efectivas a corto plazo para mitigar el creciente riesgo de la posibilidad de un bird strike, es necesaria una adecuada y permanente cooperación entre todos los actores para solucionar, en la medida de lo posible, a esta problemática que afecta a la totalidad de la industria aérea mundial.
Fotografía portada - Simón Blaise