Con el requisito de prueba negativa para COVID-19 con un máximo de 72 horas de anticipación para todos los viajeros que quieran ingresar al país, a partir del 26 de enero, los Estados Unidos levanta la prohibición de viajes para pasajeros de la Unión Europea y Brasil. Se trata de una de las últimas medidas adoptadas por el Presidente Donald Trump antes de dejar el cargo y están en línea con generar una armonización de protocolos para garantizar la reanudación de los viajes y la conectividad perdida producto de la pandemia.
La prohibición de ingreso se establece en marzo con los países de la Unión Europea y del Reino Unido, mientras que con Brasil se realiza en mayo. La medida afecta significativamente al tráfico aéreo de pasajeros y a la industria de la aviación al privar a los operadores (sean líneas aéreas o privados) de la demanda en dos importantes mercados internacionales para los Estados Unidos, pese a que la mayoría de los operadores aéreos de los países afectados continúan volando, ya sea para atender las necesidades de viaje o el transporte de carga.
“Entendiendo que la naturaleza de la amenaza que representa COVID-19 evolucionaría con el tiempo, le ordené al secretario de Salud y Servicios Humanos que me hiciera recomendaciones sobre si continuar, modificar o terminar las restricciones que había impuesto previamente”, dice el Presidente Donald Trump dos días antes de terminar su mandato. Desde su perspectiva, la recomendación de colocar la prueba PCR negativa para COVID-19 como requisito de ingreso es una medida que “ayudará a evitar la propagación del virus” por parte de los pasajeros que provengan del espacio Schengen, el Reino Unido, Irlanda y Brasil.
Con el término de la prohibición, tanto las líneas aéreas brasileras como europeas deben esperan un escenario más favorable para la reactivación ya que pueden incrementar la demanda, ingresos y los factores de ocupación. Las compañías estadounidenses también se ven favorecidas ya que podrán transportar pasajeros de todas estas nacionalidades eliminando la dependencia de los escasos pasajeros nacionales.
En los días previos, las líneas aéreas estadounidenses solicitan el fin de las prohibiciones de ingreso para los viajeros dado que no es lógico mantener medidas contradictorias como solicitar prueba PCR negativo para COVID-19 por un lado y continuar cerrando las fronteras o limitando operaciones, por otro. Cabe recordar que la industria aérea respalda todas aquellas políticas orientadas a buscar, trazar y aislar a los contagios como la mejor manera de abordar la pandemia del COVID-19. Las pruebas PCR negativas como requisito de ingreso a los países durante la pandemia es una capa de bioseguridad efectiva y que emerge como alternativa a las cuarentenas o los cierres de fronteras.
Estados Unidos asegura que mantiene una estrecha cooperación con distintas jurisdicciones y autoridades de salud de otros países para hacer que los viajes aéreos sean más seguros. En ese sentido, muestra confianza en la implementación de los tests PCR para los viajeros a partir del 26 de enero.
Pese a lo positivo del levantamiento de la prohibición, la medida es parcial ya que se mantiene la restricción de viajes para pasajeros procedentes de China e Irán. Según la administración Trump estos dos países “fallan a la hora de cooperar con las autoridades de salud pública de los Estados Unidos y al compartir información oportuna y precisa sobre la extensión del virus”.
La medida no está ajena de la controversia de la política contingente, ya que el nuevo gobierno de Joe Biden advierte que podría revertirla. De proceder un revés a la decisión, la industria aérea y del turismo de los Estados Unidos, así como miles de usuarios, se verían afectados no sólo con la prohibición de volar, sino con un escenario incierto que no aporta a la necesaria reactivación económica que necesitan los países para salir de la crisis impuesta por la pandemia del COVID-19.
Fotografía portada – Hot Prime News