Después de figurar en 2019 como uno de los cinco países mejores conectados de la región, Chile registra una importante afección en términos de enlaces aéreos al reportar una caída de 85% en la cantidad de destinos/asientos, según datos de la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA). Si bien el porcentaje es menor en comparación con otros países como Colombia (-98%) o Perú (-95%), la cifra es significativa considerando los avances registrados en años anteriores.
De acuerdo con IATA, en 2019 los mercados mejores conectados de América Latina son México, Brasil, Colombia, Perú y Chile. El alto nivel de enlaces aéreos alcanzado responde a la expansión de las líneas aéreas, ya sea con los vuelos a través de hub como por tramos punto a punto.
A nivel general, América Latina sufre un colapso de 91% de su conectividad aérea durante la pandemia del COVID-19, tomando abril como mes de referencia. México y Chile tienen un menor impacto en comparación con otros países dado que mantienen los vuelos domésticos, con caídas de 86% y 85%, respectivamente, aún cuando las restricciones de movilidad impuestas obligan a reducir drásticamente la demanda y a ajustar a la baja la capacidad ofrecida (medida en asientos disponibles por kilómetro).
En el caso de Chile, las afecciones a la conectividad son una consecuencia directa de las restricciones de viaje y el prolongado cierre de fronteras determinado por el Gobierno de Chile. Con ocho meses completos de cierre, el país es uno de los últimos de la región en levantar dicha restricción, superado sólo por Argentina (dado que tiene abiertas las fronteras sólo a países limítrofes), Uruguay y Venezuela.
La pérdida de la conectividad aérea se manifiesta en la drástica caída del tráfico internacional de pasajeros. Según datos de la Junta Aeronáutica Civil (JAC) reporta una reducción muy significativa de 91,9% a octubre y de 71,1% en lo que va acumulado del año, ambas cifras porcentuales en comparación con mismo mes y año de 2019. A la fecha, sólo 14 de un total de 23 líneas aéreas domésticas e internacionales están operando o tienen confirmación de operar a Chile.
El número de frecuencias de vuelo por semana en el aeropuerto de Santiago es otro ejemplo del impacto de las extensas restricciones impuestas por el Gobierno de Chile. En rutas internacionales, si en octubre 2019 se reportan 523 frecuencias por semana, a fecha de hoy, no son más de 65 con la pérdida de conectividad hacia destinos de Asia (Medio Oriente) y Oceanía (Australia, Nueva Zelanda, Tahiti e Isla de Pascua, por ahora). En rutas domésticas, de los 869 vuelos semanales en 2019, en la actualidad hay 366 frecuencias por semana con un crecimiento gradual a medida que se levantan las restricciones.
“Tener las fronteras cerradas por más de seis o siete meses tiene un impacto”, dice Peter Cerdá, vicepresidente de IATA para las Américas durante la Asamblea General realizada en estos días. “Necesitamos más de nuestros Gobiernos con la eliminación de las cuarentenas y otras restricciones”.
Para la restauración de la conectividad, los países que abren antes sus fronteras están mostrando una recuperación más rápida. En Latinoamérica destacan dos casos: Brasil y México, calificados como ejemplos regionales con alcance global donde se ve un mejoramiento significativo, como ocurre en Brasil después de sufrir importantes afecciones.
Según IATA, en México la capacidad está casi a la par de lo que se tiene en 2019, principalmente en todas las líneas aéreas mexicanas (exceptuando Interjet). En Brasil, se espera que la demanda doméstica alcance los niveles de 2019 en algún momento antes de mediados del próximo año, lo que califican como muy bueno. En otros países la situación es distinta, pero con un mejoramiento semanal.
“En Perú, Colombia y Chile, vemos también una recuperación más rápido. Va a depender de las restricciones que implementan los Gobiernos como las limitaciones de capacidad de los aeropuertos”, puntualiza Cerdá.
Durante el periodo de restauración de la conectividad en la región, IATA señala que las primeras rutas que se retomarán serán desde aquellos aeropuertos que tienen una conectividad más amplia que funciona como hub más que en los vuelos directos o punto a punto. “Cabe recordar que en abril perdimos la mitad de la conectividad entre ciudades. De las 1780 nos quedamos con 680, muchas de esta conectividad eran entre ciudades secundarias”, dice el vicepresidente de IATA para las Américas.
La reactivación de muchas rutas va a depender de la colaboración de los Gobiernos respecto a las restricciones, las cuarentenas y la colocación de la capacidad. En caso contrario, se hace muy difícil abrir operaciones. En Chile, por ejemplo, las ciudades de regiones pierden por completo los enlaces internacionales y los pocos servicios anunciados (como desde Antofagasta a Bogotá y Cali) están limitados por el cierre de fronteras que aún impera.
Tomando en cuenta la dimensión geográfica de Chile, ubicado en un extremo del continente y rodeado de importantes centros de conexiones como Lima o Sao Paulo (GRU), además de Buenos Aires (EZE) como ciudad/aeropuerto “gateway”, la recuperación de la conectividad internacional enfrenta un importante desafío de no contar con una efectiva cooperación de las autoridades. Actualmente, Buenos Aires (EZE) ya captura una mayor cantidad de líneas aéreas, pese a mantener fronteras cerradas a la mayoría de los destinos de larga distancia, disponer de una economía en crisis y otras restricciones. No obstante, el tamaño de su mercado crea una demanda a satisfacer. Desde el punto de las líneas aéreas, LATAM desde octubre reactiva parte de sus rutas internacionales desde los centros de conexiones brasileros y peruanos, manteniendo una oferta constante desde la capital chilena.
En Chile como en el resto de la región, el crecimiento de la conectividad aérea es un acontecimiento exitoso. El número de ciudades conectadas con vuelos sin escalas se duplica de manera significativa a medida que se reducen los costos por economías de escalas y nuevos modelos de negocios por parte de las líneas aéreas, además de políticas de incentivos que los aeropuertos realizan para capturar tráfico. Todo en su conjunto, favorece a una creciente democratización de los viajes y la reducción de los precios. En Chile, por ejemplo, las tarifas aéreas experimentan una reducción del 40%.
Según IATA, los beneficios de una mayor conectividad aportan a un mejoramiento de la productividad del país. Un aumento del 10% de los enlaces aéreos con relación al Producto Interno Bruto (PIB) de un país, impulsa en promedio una productividad en un 0,07%, cifra que aumenta a medida que la conectividad se eleva y el país se desarrolla. Como resultado, las industrias del turismo y derivadas pueden reinventarse, ampliando las oportunidades de empleo y mayores beneficios por la acción catalizadora del transporte aéreo, favoreciendo a un incremento de los ingresos fiscales.
Fotografía portada - Alfredo Vera