Como resultado de la acumulación de varios factores, incluyendo una pandemia y la ausencia de políticas adecuadas que permitan contrarrestar sus efectos, Argentina se convierte en el principal -y único- país de América Latina en registrar un mayor retiro de operadores aéreo. A fecha de hoy, son cuatro líneas aéreas las que abandonan el mercado en menos de seis meses lo que se traduce en un impacto importante en conectividad que ni la propia empresa estatal está en condiciones de compensar.
Mientras Air New Zealand es la primera compañía internacional que anuncia formalmente que no volverá a Argentina, a nivel doméstico destaca el caso de Norwegian Air Argentina, Flyest y recientemente LATAM Argentina. Exceptuando a la compañía neozelandesa, cuyo retiro está ligado estrictamente a los efectos del COVID-19 en el transporte aéreo, el resto de los operadores es una combinación de aspectos económicos internos, pero también de condiciones apropiadas a nivel país para salir adelante.
En este último punto, la crisis económica gestada en los años anteriores con la devaluación significativa del peso argentino crea un escenario adverso pese a las políticas de estímulo desarrolladas bajo la administración de Mauricio Macri con una gradual liberalización del transporte aéreo que, por ejemplo, permiten un aumento de 13% de los pasajeros domésticos en 2019, según datos de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC). Sin embargo, la ausencia de una política actual bajo la actual administración y decisiones cuestionables, como la prohibición que tienen las líneas aéreas para comercializar pasajes hasta septiembre, no aportan en soluciones para la crisis actual, mientras vuelve el temor de un auge políticamente forzado de la empresa estatal bajo cualquier método.
“Argentina es un desastre político en este momento”, sentencia Bill Franke, fundador de Indigo Partners LLC, en una clase magistral para Centre for Aviation (CAPA). “El sector de las aerolíneas está bajo una intensa presión reguladora ya que el Gobierno trata de abordar sus otros problemas”.
“Las consecuencias del impacto generado por el COVID-19, agudizadas por una política incierta para la recuperación de la industria y la falta de medidas claras de apoyo al sector más golpeado, son una preocupación generalizada”, agrega Esteban Tosutti, CEO de Flybondi, tras el cierre de LATAM Argentina. El directivo en mayo pasado ya declara “sería insostenible que en el fondo… haya una intencionalidad proteccionista”, asociado a la amenaza del cierre (hasta el momento) temporal del aeropuerto El Palomar de Buenos Aires para vuelos de pasajeros.
Según LATAM, las condiciones imperantes “no permiten visualizar un proyecto viable y sustentable en el tiempo”. Aspecto que reafirma Rosario Altgelt, CEO de la filial argentina -ahora sometida a cese de operaciones-, al señalar que cada iniciativa de la empresa para volverse más competitiva “fue consistentemente” resistida. “Se impidió la ejecución de los cambios estructurales necesarios para garantizar nuestra continuidad”, de acuerdo con La Nación (18/06/2020).
Otras publicaciones también destacan el escenario adverso del país. “La decisión de LATAM Airlines Group de salir indefinidamente del mercado interno de Argentina refleja las difíciles condiciones que enfrentan las aerolíneas restantes del país, y existe una clara posibilidad de que la estatal Aerolíneas Argentinas sea la última aerolínea en pie”, escribe Lori Ranson de Air Transport World (19/06/2020).
Norwegian Air Argentina es la primera en abandonar el mercado. Sus razones son estrictamente económicas como parte de la reorganización del grupo al ver difícil continuar operando en un mercado que se vuelve cada vez más adverso. Su salida negociada con Indigo Partners a través de JetSMART permiten contener en cierta forma el impacto.
Flyest, una pequeña compañía regional potenciada por inversionistas extranjeros como Air Nostrum sobre la estructura dejada por SOL Líneas Aéreas, decide tomar la medida por la imposibilidad de operar y por no tener (ni entregarse) perspectivas claras de cuando se retomaría la actividad. Su salida es la primera en su tipo directamente asociada a la crisis del COVID-19. Si bien su situación financiera probablemente no sea de las más saludables, las medidas políticas impuestas juegan en contra para visualizar un futuro.El caso más conocido por el alcance que tiene es el de LATAM. Después de 15 años con una fuerte resistencia, el cese de operaciones de la filial argentina revela las condiciones complejas del mercado transandino, tanto por la situación actual, como por todas las dificultades generadas desde el Estado y el mundo gremial -a veces asociados, a veces en veredas opuestas- para bloquear cualquier iniciativa que permitiese operar de manera más eficiente y reducir los costos.
Como Aero-Naves expresa para explicar el cierre de LATAM Argentina, el factor político es clave. Por más causas económicas que existan, la industria aérea muestra capacidad de resiliencia para salir adelante, pero difícilmente eso se puede dar si no existe un marco claro desde las instituciones o desde el gobierno que poco hace para crear políticas favorables, ya sea por omisión o por clara intencionalidad.
Pese a las restricciones impuestas unilateralmente desde los Gobiernos y la drástica caída de la demanda en todo el mundo, especialmente en América Latina, Argentina es el primer país del continente en registrar mayor cantidad de líneas aéreas que salen del mercado en un periodo tan corto de tiempo. A fecha de hoy, sólo Ecuador registra el término de una línea aérea con la decisión gubernamental de liquidar TAME como medidas de ahorro del sector público. Si se asocia estrictamente a la crisis del COVID-19, ni siquiera Venezuela tiene una desaparición de aerolíneas tan rápido como Argentina, pese a las condiciones altamente adversas en ese país.
Incertidumbre es lo que existe en el sector aeronáutico transandino. La administración de Alberto Fernández considera tentativamente recuperar parte del tráfico aéreo a partir de julio, pero limitado sólo a Aerolíneas Argentinas. Los pasivos arrastrados por los últimos años por parte de Andes Líneas Aéreas y la imposibilidad actuar de operar y vender, anticipan que pueda ser la próxima compañía que tome la decisión de salir. Si se concreta, sólo quedarían Flybondi y JetSMART, ambas colocadas ahora bajo el “objetivo kirchnerista” por ser la “nueva amenaza” para la empresa estatal.
Flybondi asegura que tiene recursos para seguir, al igual que JetSMART respaldado por Indigo Partners como parte de su proyecto ULCC a nivel sudamericano. Entre los principales operadores sólo queda Aerolíneas Argentinas (y Austral) por el amparo -y sin escatimar de costos- del Estado. El resto son empresas pequeñas de nicho.
Argentina tiene una tormenta perfecta para el sector aéreo. Crisis económica, política contingente adversa, ausencia de un marco definido y el efecto COVID-19, más una incapacidad país de organizarse para tratar de encontrar una solución.
Fotografía portada - Aeropuertos Argentina 2000