Con el fin de contribuir a un retorno seguro del transporte aéreo, la Asociación de Transporte Aéreo Internacional (IATA) publica una guía para la detección de los pasajeros contagiados con COVID-19 en los viajes aéreos. Siguiendo las recomendaciones establecida por la Organización de Transportes Aéreo Internacional (OACI) en la guía “Takeoff” (“Despegue”) dirigida para todos los Gobiernos, subraya una serie de medidas en distintos niveles (enfoque de capas) para mitigar cualquier posibilidad de contagio.
Viajar en avión es seguro y los aviones no representan vías de contagios. Sin embargo, las medidas buscan reducir cualquier probabilidad y estandarizar criterios entre los países de manera de brindar una experiencia homogénea y menos invasiva. Tanto OACI como IATA reconocen la tecnología en las pruebas de reacción en la cadena de la polimerasa (pruebas PCR) como una medida útil para la protección de los pasajeros de países con mayor riesgo de contagio. Indican que esta medida puede sustituir a las cuarentenas, ampliamente criticadas por la industria aérea (línea aéreas y aeropuertos), sectores del turismo y de la economía, por representar mayores daños en lugar de ser catalizadores de la reactivación.
Considerando que hay Gobiernos que están aplicando pruebas diagnósticas a pasajeros procedentes de países de alto riesgo, IATA señala que se deben utilizar test de diagnóstico rápido, de uso sencillo y de gran alcance, además de tener una tasa de fiabilidad muy elevada. Como punto fundamental, enfatizan que las pruebas deben ser asequibles y no representar un obstáculo económico para las personas.
Con pruebas aplicándose de manera masiva, el diagnóstico no debe ser una condición indispensable para reabrir las fronteras o reanudar los vuelos. Actualmente, la imposición de cuarentenas como ocurre en países de Europa u otros de América Latina supone una barrera importante para los viajes aéreos y la recuperación de la demanda.
“Las aerolíneas se están comprometiendo a reducir el riesgo de transmisión del COVID-19 en los vuelos. La prueba de detección puede jugar un papel muy importante, pero debe implementarse en línea con la guía global para la reanudación de la aviación de la OACI, con el fin de facilitar el transporte aéreo. Rapidez, alcance y precisión son los criterios más importantes para un diagnóstico efectivo en el proceso de los viajes aéreos”, expresa Alexandre de Juniac, director general y CEO de IATA.
La Asociación que agrupa a más de 290 líneas aéreas representantes del 82% el tráfico aéreo mundial manifiesta que por rapidez se entiende a que los resultados deben estar disponibles en el plazo máximo de una hora. El alcance orienta a que deben estar disponibles en un aeropuerto para realizar cientos de pruebas por hora. “La muestra de saliva frente a la muestra de nariz o garganta facilitaría la aplicación de las pruebas a una escala mayor, además de reducir el tiempo de espera y mejorar, en consecuencia, la actitud de los pasajeros ante este procedimiento”, explican. Finalmente, por precisión es que los falsos positivos como los falsos negativos deben situarse bajo el 1% de las muestras.
Todos los controles preventivos deben realizarse antes de la llegada al aeropuerto y dentro de las 24 horas anteriores a los viajeros. Así, los pasajeros habilitados para volar podrán realizar su viaje con mayor seguridad y evitar gastos e inconveniencias adicionales si presentan afecciones o eventuales contagios. En el caso de que las pruebas se hagan durante el proceso de viaje, es recomendable que se realice antes de salir.
“Los pasajeros “listos para volar” reducen el riesgo de contagio en el aeropuerto y facilitan la acomodación del pasajero o pasajeros que arrojen un resultado positivo”, puntualizan desde IATA. Agregan que “los Gobiernos deben reconocer mutuamente los resultados de las pruebas diagnósticas y la transmisión de la información debe llevarse a cabo directamente entre pasajeros y Gobiernos de forma similar a la gestión de los visados electrónicos”.
Al proponer este mecanismo de control preventivo, IATA reconoce que actualmente hay una barrera importante en muchos países del costo económico que significa para las personas realizar una prueba PCR. “Las pruebas diagnósticas deben facilitar los viajes y no representar una barrera económica”, enfatizan. En Europa, algunas pruebas tienen un costo superior de US$200, mientras que en otros países no hay criterios uniformes o incluso las personas deben pagar consultas médicas adicionales para acceder a la prueba lo que supone un doble cobro.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) exige a los Gobiernos asumir los costos de las pruebas que sean obligatorias. Sin embargo, cuando la prueba es voluntaria se debe cobrar el valor correspondiente. Si el test PCR es una exigencia previa para viajar, se considera un cobro obligatorio. Por consiguiente, debe ser el Estado el que asuma el costo y no el viajero.
Si un pasajero da positivo COVID-19 dentro de las 24 horas de viaje o en el punto de salida no podrá embarcar. Sin embargo, las líneas aéreas mantienen sus políticas de flexibilidad para cambiar la reserva o reembolso de los pasajes, según la política comercial de empresa. Por esto y otros factores, se reconoce que la demanda de viajes se verá demorada en el tiempo hasta que no se encuentre una vacuna o tratamiento efectivo.
Finalmente, si un pasajero arroja positivo en pruebas de diagnóstico aplicadas a la llegada de un país y da positivo, debe someterse a los requisitos del país que lo acoge. El Líbano es, por ejemplo, uno de los países que aplica test al momento del arribo. En ese caso, las líneas aéreas no deben estar obligadas a repatriar a dicho pasajeros ni ser castigadas con sanciones económicas o que afecten la operatividad de los servicios aéreos u su prohibición de operar.
La industria aérea recuerda que la misión es el transporte de pasajeros no el cuidado de la salud, independiente de que se puedan implementar acciones para colaborar con un transporte aéreo más seguro en todo sentido.
Fotografía portada – Senado General