Son las 11:00 horas. El aeropuerto Arturo Merino Benítez de Santiago está completamente vacío. A diferencia de cualquier periodo normal, cuando el hall principal evidencia su saturación producto del crecimiento asimétrico entre número de usuarios e infraestructura, el escenario de hoy es completamente distinto. No hay vuelos, salvo unos pocos hacia selectas ciudades de Chile para unos pocos pasajeros. A ellos, se agrega una notoria presencia policial, además de los funcionarios de Salud que se encargan de los controles. Es parte de la nueva realidad del transporte aéreo.
Si no es por motivos laborales en actividades esenciales para el país (comprobables), razones médicas o asistencia a funerales, los traslados dentro de Chile están prohibidos. A la drástica caída del tráfico de pasajeros, se agregan estas restricciones impuestas unilateralmente por la autoridad sanitaria del país en su intento por controlar el virus. Hasta el 31 de mayo, LATAM y JetSMART son las únicas que ofrecen vuelos domésticos regulares, aunque con muy pocas frecuencias. Sus mostradores están abiertos para los viajeros que llegan, además de unos habilitados especialmente para un vuelo chárter internacional de la italiana Neos en misión de repatriación de ciudadanos.
El paso por los mostradores de check-in (registro) es sencillo. Si se dispone de su tarjeta de embarque, sólo llega a despachar equipaje. Si no lleva o este es sólo de cabina, básicamente no es necesario. Si debe entregar, el personal de la línea aérea consulta el motivo de su viaje y si está habilitado para ello. No faltan las dudas en los pasajeros, aludiendo escasa y poca claridad en la información oficial. Frente a ello, en JetSMART, por ejemplo, dan la posibilidad que el viajero reciba la autorización de la aduana sanitaria antes pasar por el mostrador, asegurándole al pasajero que podrá viajar si cumple con los permisos.
La aduana sanitaria es la primera nueva realidad del viaje aéreo. Como cualquier proceso de facturación, el pasajero ingresa a otra fila donde debe esperar su turno hasta el primer control donde se le toma la temperatura. La funcionaria de Salud anota el resultado en un papel que más que un formulario parece “volante de publicidad” con medidas y recomendaciones de higiene personal que cualquier persona debe tener para reducir la probabilidad de contagio por COVID-19.
Como cualquier línea aérea, el pasajero posteriormente es llamado al counter donde debe presentar ese formulario, además de su pasaporte sanitario, documentos de identificación y todo aquello que permita acreditar el viaje. Es la “gran barrera” a cargo del personal de salud. Si no es capaz de demostrar el propósito de viaje no podrá embarcar, aunque disponga de tarjeta de embarque y manifiesta compromisos en el destino. En promedio, toma alrededor de 10 minutos pasar por los controles en un momento sin demanda. Un factor para considerar cuando se incremente la cantidad de personas transportadas a medida que las líneas aéreas intentan reactivar las operaciones.
Desde Nuevo Pudahuel, recomiendan llegar con más anticipación de lo habitual al terminal aéreo para evitar contratiempos. Asimismo, las líneas aéreas recomiendan el check-in electrónico, tener la tarjeta de embarque en el celular y el uso de kioscos de auto facturación para realizar los trámites de obtención de tarjeta de embarque y etiquetado de equipaje. Todo para reducir la interacción entre personal aeronáutico y el pasajero.
Un segundo control se realiza previo al ingreso al filtro de seguridad. Se divide en dos partes. La primera consiste en nueva toma de temperatura, ahora a cargo de un funcionario AVSEC de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), quien también solicita papel con el registro de temperatura corporal del pasajero entregado en el control 1. En la puerta del control, todos pasan por un escáner térmico. En ambos, si coinciden o no superan los 37,5º se puede continuar hacia el control de seguridad normal donde nuevamente se deben exhibir los documentos de viaje y de identidad.
En las salas de embarque el panorama es desolador. Ante a ausencia de pasajeros, son muy pocas las tiendas y locales de comida abiertos. Incluso los más populares están cerrados. Muchas opciones de entretención no hay, salvo esperar la hora de embarque. Para mantener la distancia social, Nuevo Pudahuel tiene retirados asientos para asegurar que se cumpla el distanciamiento, además de colocar calcomanías en el suelo para marcar el lugar donde cada pasajero debe estar. En distintas partes del terminal hay dispensadores de alcohol gel. Al recorrer las instalaciones, se visualizan procesos de desinfección en equipamientos, pasamanos, basureros y por supuesto, los baños.
“Junto con IATA y ACI estamos trabajando en conjunto para aplicar las medidas que sean estandarizadas en la región”, dice Branko Karlezi, subgerente de Comunicaciones de Nuevo Pudahuel. “La idea es que los pasajeros se sientan seguros independiente donde vuelan, donde salgan o donde arriban”.
Tras un proceso de sanitización completo, JetSMART comienza la preparación del avión. Al ingresar, la cabina huele a quirófano de cualquier clínica. La tripulación recibe sus implementos de seguridad y protección personal como mascarillas y lentes, además de guantes que se cambian en varios momentos del vuelo. La preparación del vuelo es rutinaria como cualquier otro, pero se agrega el componente de seguridad sanitaria.
El embarque toma algo más de tiempo. En esta ocasión, son 126 pasajeros en un avión para 186 personas que viajan rumbo a Antofagasta. La ruta es la de mayor demanda en Chile, impulsada por el tráfico corporativo. Como medida preventiva voluntaria, JetSMART realiza su propio control de temperatura a los pasajeros, a quienes se les insiste en mantener distancia social en la fila. No hay interacción física en el control, ya que es el propio usuario quien debe colocar su tarjeta de embarque en el lector.
A bordo, los pasajeros se ubican en sus asientos como cualquier vuelo. Es obligatorio en todo momento el uso mascarillas por parte de viajeros y de la tripulación. La separación de personas desaparece. No hay necesidad dicen en JetSMART como en la industria aérea dado que los aviones poseen filtros HEPA que eliminan hasta el 99,9% de bacterias y virus.
Caterina Stempfle, jefe de cabina, destaca la seguridad que brindan estos filtros al renovar el aire dentro del avión cada tres minutos. “Aseguramos que nuestras cabinas estén limpias en un ambiente similar a un quirófano”, destaca. Cuenta también que el servicio a bordo está modificado. Se han retirado los sándwiches o cualquier producto con manipulación adicional. Se privilegia el pago con tarjeta de crédito.
JetSMART es pionera en toda América Latina en incorporar charlas de profesionales de la salud a bordo por medio de una alianza con la Cruz Roja Chilena. Durante el vuelo, tres integrantes de este cuerpo de socorro brindan una sesión de 10 a 15 minutos en la que explican medidas para prevención del COVID-19, consejos para las personas cómo enfrentar la enfermedad y qué hacer si posee alguien enfermo en el hogar. Además, brindan asistencia emocional y cómo informarse adecuadamente que, en tiempos de alto estrés y “bombardero de información”, se valora. Los pasajeros agradecen la acción y descienden del avión con más tranquilidad.
Sin embargo, y pese a todos los esfuerzos por dar normalidad al viaje, esta no está presente. Tanto en el aeropuerto como a bordo del avión, el relajo o la alegría de viajar reemplaza por una “tensa calma” producto de la desconfianza que crea la pandemia y la información diaria que sólo muestra su avance casi sin control de la enfermedad en el país. También los pasajeros manifiestan preocupación quizás por el entorno adicional que impone la incertidumbre económica respecto a que si podrá seguir contando con su fuente laboral.
En destino y posterior al desembarque de los pasajeros, el avión nuevamente es desinfectado para recibir a los nuevos viajeros. Los tiempos de turn around (tiempo entre llegada y salida de la aeronave en una escala/destino) se han extendido con la modificación de los horarios y la reducción de las frecuencias, favoreciendo que la limpieza de la cabina sea más exhaustiva. Al terminar cada jornada, los aviones se vuelven a sanitizar a la espera de los próximos vuelos del siguiente día.
Al igual que en el resto de la industria, desde JetSMART destacan que están implementado todo lo posible para garantizar que los viajes sigan siendo seguros tanto en lo físico, lo operacional como biológico. Sin embargo, enfatizan en la necesidad de estandarizar los procesos en todos los aeropuertos de Chile por parte de la autoridad de Salud. Pese a los esfuerzos, hoy los controles y protocolos sanitarios no están homologados lo que crea experiencias negativas y confusiones que no aportan a un manejo adecuado de los procesos.
La necesidad de estandarizar los controles sanitarios reviste prioridad para dar la seguridad y la confianza que los viajeros necesitan. Cobra fuerza la necesidad de un trabajo conjunto con la autoridad y también en la voluntad política de esta y sus funcionarios para cumplir con lo acordado, especialmente, cuando la industria aérea se reactive y más pasajeros vuelvan a volar. Hasta que no exista una vacuna o tratamiento al COVID-19, el sometimiento a las aduanas sanitarias y controles corporales seguirán siendo parte de la nueva normalidad.
JetSMART justifica su operación segura por aquellos que “no pueden parar”. Más de 62.000 personas llevan transportadas desde el inicio de la crisis (fines de marzo). “Vamos a continuar en junio”, dice Estuardo Ortiz, CEO de la línea aérea. “La gente tiene que movilizarse por razones laborales o por los motivos que están autorizados. Hemos estado atentos a los procesos que están ocurriendo en el mundo en temas de bioseguridad e higiene, de manera tal, que la gente pueda viajar de una manera segura”.
Fotografías – Simón Blaise